Existen ciudadanos que caminan impertérritos como si nada fuera con ellos o como si todo les resultara ajeno, otros que por vergüenza ajena ocultan la propia, otros muchos que miran como tontos el dedo del que señala al cielo. Existen, en cambio, quienes se sonrojan, que adivinan detrás de hechos en apariencia circunstanciales una regularidad que reclama reflexión y acción. Al ignorante cualquier serie de hechos le parece azaroso, como accidentes de una fortuna caprichosa. Se habla de casos puntuales, de corruptos. ¿Como reconocer una institución enferma? ¿Quien puede ver en un falsario, la factura de un presidente de gobierno? La risa va por barrios. El malestar crece. Los cómplices callan porque saben que cuando dos se pelean, no son otros los que se llevan las bofetadas. Vuelve a cundir el ejemplo de Barrionuevo. ¿Quien va a tirar de la manta?

Al poder le rodea el boato de la factura prepagada y el protocolo, ese artificio que crea una atmósfera de intimidad y distancia en un espacio sagrado que brinda al delincuente una inmunidad absoluta. El falsario gesticula su ignorancia como si fuera la expresión de un ritual carismático. ¿Quien puede denunciar al falsario? Ni el mismo acudirá a los tribunales a defender su honor no siendo que en el empeño se manifieste su deshonra. Impone el silencio, impone la resistencia pasiva. Esperar a que la tempestad pase y sacar de la chistera una nueva promesa, la reedición en cascada de una ya incumplida.

Cada poder constituye su propia feligresía. La feligresía se reconoce en ignorar la evidencia, crear en torno al creyente una atmósfera de seguridad sectaria, adjurar de la verdad como si de una tentación diabólica se tratara, y bendecir cada acto por aberrante, o temerario que sea, si se evita el lucro cesante. Decir lo contrario de lo que se hace, y hacer lo contrario de lo que se se dice. El feligrés es un súbdito en estado puro que ignora la banalidad del mal, la inanidad del poder, su patética desnudez. Y los verdugos que aplican la consigna, los corifeos de quienes quieren aparentar ignorancia. A Sánchez le han hecho la tesis doctoral como un puzle de refritos, a golpe de tuit, como un recorte indisimulado de copia y pega, constantemente actualizado. El depósito de su tesis doctoral se hizo en la propia mano del tribunal que había de juzgarle. Como nunca redactó por sí mismo nada no es posible determinar si su texto le pertenece a él o a cualquier otro, lo que sería posible con cualquier análisis de semántica latente en textos y discursos. Mas grave todavía el puro plagio. ¿Que autoría cabría decir de aquel que encargó un trabajo y sólo ejerció de busto parlante? Queda el plagio de ese otro al que no cita, un cómplice, un agente encubierto de su propósito que no se atreve a denunciar. Toda la miseria de Zapatero y sus tertulianos de la bombilla sale a la superficie. Son tantos los implicados, los genios de la cloaca política, que los tribunales no sabrán hacer nada. Sin denuncia no hay proceso, sin una fiscalía anticorrupción independiente del Estado. Ni siquiera Villarejo pudo con Pujol. Además, cualquier incompetente juez de lo contencioso-administrativo le daría la razón al poder de turno. Es la expresión de la soberanía que pudre el Estado de Derecho. Es la forma en que se impone el silencio en la corte, en la tribu del faraón, en la stasi política, en la omertá del asesinato. Cualquier bellaco concita silencio y obtiene la bendición de la magistratura. La jurisdicción contencioso-administrativa no es la jurisdicción penal.

Los hombres buscan primero el poder, luego el prestigio; ese ropaje con que tratan de recubrir el poder de dignidad y beatería, una legitimidad de la que carecen a golpe de maquillaje de promesa y talón. Así se aúpan los canallas, sobre los cadáveres que siembran y los acreedores que a su paso sirvieron de alfoz a su promoción. Seducidos por ese artificio de orden y sabiduría que acompaña al poder, decía Giscard D'Estaign, el ciudadano apenas sospecha que detrás de aquellos en quienes confía existe un falsario o un criminal que gesticula su ignorancia haciendo creer a los súbditos que es sabio. De pronto, por lo que parece un azar del destino se descubre la hediondez que flota, la mierda en el armario. ¿Quien roba más? ¿Quien atesora beneficios, prebendas o compensaciones o quien destruye la confianza del ciudadano? ¿Quien compra votos o quien corrompe la moral ciudadana? Después de verse atracado por delincuentes hay quien descubre que quienes levantan el atestado son los mismos y tiemblan para protegerse y renuncian a denunciar el delito de que fueron víctimas.

El dedo señala a los Cifuentes, a los Montón, a los Sanchez. Los casos son incontables. No son los mismos. Quienes hay que guardan las formas, y otros que se pavonean de conculcar las normas. Se imitan los modelos, cunden los ejemplos, los currículos se inventan, reaparecen y desaparecen. Una comparativa de nuestras promociones de diputados mostraría hasta donde se miente, hasta donde alcanza la miseria. Las universidades se crean, pero no se destruyen, se autodestruyen, convertidas en mercaderes de títulos académicos de nula cualificación, y nulo rendimiento social. Los títulos académicos se compran y se venden, como en la vieja escuela de la aristocracia caduca, autoritaria y corrupta, a modo de emblema. Siglos después se conoce que la reina misma de Inglaterra es de origen bastardo. El ejemplo de los mejores que resisten y sobreviven por ensalmo a la corrupción general solo legitiman una institución enferma. Se les usa para ocultar en qué grado las universidades se han convertido en escuelas de parásitos regidas por el fervor sindicalista de rectores a sueldo del Estado, que tejen redes clientelares, aupados por lacayos que demandan la devolución de sus favores. El personal de administración y servicios incrementa día a día su poder y su salario frente a los salarios de profesores cualificados. A su interior, dominan las satrapías, los mercaderes del templo. Y en medio, el sometimiento de la institución a la cultura de la corrección política y la ideología de género. No hay ciencia ni crítica de la cultura. Cada rector tiene su stasi. Se multiplican los gestores de la nada. ¿En que lugar del mundo un canciller universitario es elegido por sindicalistas que viven del erario público? ¿No es posible proveer las posiciones en un concurso con quienes acreditan méritos, trayectoria y capacidades reconocibles? Quien corta el pastel, elige porción. 

Salarios mínimos y mercadeo

Los salarios ridículos de los jueces harían de todos ellos una banda de Rodríguez Hermidas comprados por Bardellinos, joyas y putas. Los salarios ridículos de los profesores universitarios hacen que cada cual aproveche su posición para obtener de la colusión lo que le niega el reconocimiento social. ¿Quién puede creerse que el mercadeo del Instituto de Derecho Público es un hecho circunstancial inconexo con el mercado de títulos que igual concede títulos a abogados italianos, que compra hangares, que falsifica publicaciones, que compra y vende acreditaciones, y unas agencias de evaluación que deciden administrativamente lo que debería ser juzgado por su contenido e impacto social. Las acreditaciones académicas han substituido el discurso ante los iguales, y proliferan los doctores y los catedráticos que contaron con negros para simular una competencia de la que carecen. Y nunca hablaron ante un tribunal. En la universidad no existe la denuncia anónima propia de un sistema fiscal eficiente. ¿Alguien ha inventariado cuantas tesis doctorales de profesores constan en los anaqueles universitarios? ¿Alguien ha inventariado cuantos trabajos publicados vienen firmados por quienes no son autores?

El derecho de pernada de los recursos públicos determina que quien tiene la llave del instituto o del laboratorio cuente con un plus de reconocimiento y un plus económico. Después de todo, los burócratas de las agencias de evaluación ni quieren ni están en condiciones de examinar el contenido de lo que evalúan. Mucho menos su autoría. La universidad española ignora la falta de piedad del mercado propio de una sociedad abierta. Las mafias saben mentir y protegerse. Ni las publicaciones de Einstein, ni la tecnología de la reacción en cadena de la polimerasa podrían obtener reconocimiento de alguna de las once agencias de evaluación que están sometidas al poder político, a la concesión de reconocimientos al que figura en el escalafón, con independencia de la validez e interés de los resultados. La Universidad Camilo José Cela es tan bárbara como lo era el nobel que le dá nombre. La cultura del tráfico de influencias en busca de renta. Reconocimientos falaces de quien ofrece títulos a cualquier oportunista profesional. Como Sánchez. ¿Por qué ha de imputársele a Sánchez un delito común en la universidad española? ¿No tenemos un tráfico de exámenes resueltos entre estudiantes corrompidos, enfermos por obtener una acreditación inútil como una condición de subsistencia y renta futura? Si el mercado no confía en la selección de los mejores en concursos abiertos, ¿por qué habría de rechazar cualquiera un título que no merece? Sánchez es sobretodo un síntoma y pagaremos el precio con creces.

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Existen disciplinas científicas donde pareciera ser mas dificil aceptar a candidatos incompetentes. Sin embargo, la escuela que defiende el tráfico de influencias y la manipulación de los procedimientos sacrifica el juicio de competencia a la ideología y al tráfico de prebendas y beneficios. Lo primero de todo es evitar que los departamentos universitarios a científicos y profesionales cualificados de los que se sospecha que serán actores independientes en la vida universitaria. Si no son de la cuerda de quienes controlan el departamento, si desequilibra la balanza de poder a su interior cualquier candidato es una amenaza. Se dice en derecho que mientras las sentencias que condenan a inocentes no sean sistemáticas no puede hablarse de una institución corrupta. ¿Que se requiere para que una institución se considere corrupta?. ¿Es la mafia una institución corrupta?. ¿Existen instituciones controladas por una mafia.

Ninguna institución universitaria cuenta con un Al Capone dispuesto a amenazar la vida de nadie. Sin embargo, es el caso que la irresponsabilidad, la ignorancia, y el juego de los intereses hacen del rector un pelele cobarde en manos de aquellos líderes internos que estuvieron en el origen de su nombramiento, de sindicatos pero también de personajes que manejan con primor los hilos de los intereses creados. La estrategia rectoral no es corregir las actuaciones de las satrapías locales, sino evitar el enfrentamiento con aquellos que pueden amenazar su posición si deja de consentir con el desvarío institucional y plegarse de forma cobarde a la ideología imperante sacrificando la libertad de cátedra y la libertad de expresión. Al rector se le deja la ideología de género y el nombramiento de sus servidores de confianza para hacer exactamente lo mismo. La plaza es una fuente de prebendas indirectas de estómagos agradecidos. Después de todo, el salario del catedrático que ha aprendido bien la lección no viene de la nómina sino de esos complementos indirectos que constituyen el salario de la colusión.

Quiere hacerse creer que son individualidades las que sacrifican la ciencia y el prestigio de la universidad. Quienes así operan cuentan con el fácil consenso de la opinión pública que siempre ha ignorado como se agrega la conducta y los efectos agregados e indeseados de la delincuencia individual. Los rectores ignoran el individualismo metodológico del nobel Buchanan. Las mafias universitarias han logrado con éxito sortear los mecanismos creados para filtrar la incompetencia de sus candidatos. Así ocurre que la ANECA ha sido condenada por establecer una normativa que ignora la calidad de las titulaciones, por desconocer el contenido de las publicaciones, por ignorar los méritos alegados por los candidatos a profesores en virtud de un índice de impacto construido sobre bases artificiales. Los tribunales han venido a cuestionar el método imponiendo la lectura y juicio de los trabajos presentados con independencia de su valor comercial por revistas de apariencia científica que cobran por publicar. La ANECA ignora las jerarquías que operan que determinan quien firmará un trabajo como primer autor y quien hará el trabajo sin cobrarlo ni ameritarse por ello. La ANECA no hace big data, ni cruza los datos de publicaciones mil veces presentadas con distintos títulos, ni cruza los datos de quienes figuran como autores de publicaciones que se republican bajo nombres de otros, ni valida la trayectoria con instrumentos objetivos que tendría a su alcance. Una vez construido un currículo con autores múltiples, reconocido el candidato de turno por la ANECA, un tribunal ad hoc hace al candidato como profesor de la plantilla universitaria. Es perfectamente posible hacer que se gradúe un perro, contaba el Rector de la UOC, y es perfectamente posible hacerle también catedrático. Y no es una metáfora. Si los tribunales ampararan las denuncias fundadas, no habría protección para la cantidad de nombres de la nómina universitaria que han obtenido sus privilegios bajo esta farsa. Nada de esto ocurriría si las instituciones fueran fuertes, las leyes suficientes y precisas, y los actores políticos sujetos a escrutinio público tuvieran el poder coercitivo previsto por estas leyes.

El sistema procede como Sanchez con su tesis y el candidato sirviéndose del sistema: solicita información a allegados, amigos y familiares, y a futuros acreedores, ordena su composición con la estrategia tan singular de cualquier estudiante corrupto que es un maestro en el arte del "cut and paste", y legitima el artificio con un tribunal adaptado a las circunstancias contraviniendo el control institucional y las leyes.

Que luego vengan los turnitin de turno a comparar bases de datos que son herramientas incapaces de ir mas allá del manejo del léxico. Sánchez es un maestro en lo que se refiere a hacer lo contrario de lo que declara, ignorar la crítica ignorando a la prensa, rehusando la comparecencia y el testimonio, y lanzando globos sonda y juegos de artificio para maquillar su actuación como por encanto. Y compra su actuación en una universidad americana para aparentar internacionalismo con un espanglish zarrapastroso. Es un modelo en lo que se refiere a resistir y así se presenta. Ahora se deshacen en elogios quienes hablaron de Sánchez como el candidato mas débil e incompente del socialismo gobernante. Examínese la ocupación de los medios por parte del gobierno Sanchez. Telemadrid y RTVE convertidos en una fábrica de podemitas. Y consíderese el amaño de cargos de RTVE. El extremismo político hace aparente la centralidad de Sanchez.

¿Puede repetirse esta farsa al interior de las universidades?. ¿Por qué habría de ser un único individuo quien se lucrara de la corrupción?. Si un presidente de gobierno puede esconderse del juicio público, ¿como no habría de poder esconderse quien al interior de la universidad maneja mejor los recursos? Se beneficia de la ausencia de transparencia. Los currículos de personas competentes dan una pátina de legalidad, y los currículos de personas incompetentes sirven al designio de un proceso selectivo amañado por la mafia local. Ayer fue Julio César Pérez para una miserable plaza de contratado doctor en Periodismo III, Teoría General de la Información como ayer, hoy y mañana se convocarán plazas con bicho, con curriculos artificiales y tribunales amañados (https://www.elconfidencial.com/espana/madrid/2018-10-08/sentencia-condena-complutense-amanar-plaza-etica_1626717). Hoy es una docente e investigadora represaliada por la vicerrectora Fernández Chamizo a quien reclamó sus derechos. Mañana, ¿quién?. El rector Andradas fue demasiado cobarde para aceptar las alegaciones contra el procedimiento del candidato artificialmente excluido, porque sirve a los intereses de quienes ya están, para proteger los propios. El rector Andradas dispara con pólvora del rey. Ha destruido la independencia del defensor universitario, incita y manipula el servicio de inspección, y multiplica nombramientos e institutos al mejor servicio de la ideología al uso, de género y cualquier otra de su cuerda como si de ello dependiera repetir en el cargo. Cuando se esperaba de él que actuara con el rigor de quien proviene de una disciplina científica  vuelve a presentar la cara mas amarga de la institución. Los tribunales han descubierto la trampa y se suceden los casos,; ahora queda a la universidad pública hacer honor al mérito, un valor constitucional que conculca una universidad de provincias que protege a sus gobernantes y usufructuarios.

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La universidad española ha perdido el tren de la historia. En lugar de cambios en la gestión, se contraen los departamentos universitarios contraviniendo la division del saber en un mundo donde las marcas juegan un papel esencial. La última en apuntarse a este carro de los despropósitos es la Universidad Complutense, otrora la mas prestigiosa, y ahora con un deterioro creciente en un camino ineluctable hacia la extinción. Se han contraido los departamentos y éstos han optado por dar cabida de forma irracional a un conjunto de conocimientos y aplicaciones que ignoran su fundamento científico en su propio etiquetado. Una vez mas se cumple el caso de que quien gestiona políticamente la universidad, dificilmente puede manejarse con criterios científicos y de mercado. La no separación de las carreras de los funcionarios y de los políticos profesionales que usufructúan la univerdad es la peor base para mejorar la eficiencia administrativa y desarrollar y extender el conocimiento científico. Ni lo uno ni lo otro se ha producido en la reforma Complutense en lo que pretende ser una reorganización economicista del conocimiento sin apelación ninguna ni a la ciencia, ni a los saberes humanos, ni a su función en la sociedad ni en la cultura. Un tipo de institución en que cada cual debería justificar su rendimiento por su impacto económico y social a nivel mundial, no multiplicando las encuestas a los alumnos. Accountability lo llaman los expertos en organización.

El origen de todos los males vuelve a ser el mismo, rectores políticos elegidos por un cuerpo político de electores, controlado por los sindicatos, y una ideología que hace descansar la superviviencia de la universidad en las subvenciones en lugar de en su capacidad para construir riqueza. El imparable deterioro se expresa en que ningún egresado en la práctica tiene mayor interés en financiar la universidad que les otorgó su acreditación. El peso de las donaciones es ridícula y las que existen no tienen valor pecuniario generando nuevas cargas a la universidad.

Al interior de los departamentos, la diversidad y colisión de intereses deja en manos de sus directivos el salario de la colusión. Para rematar la quiebra del sistema institucional universitario, el inefable Misterio de Educación, Cultura y Deporte se ha aprestado a reconocer de forma delirante en los criterios de selección de los profesores titulares y catedráticos un tipo de méritos que no es posible alcanzar mas que para los actores universitarios mas arropados institucionalmente, bien por estar coaligados con grupos de poder económico, bien por regentar posiciones con un acceso privilegiado a recursos y equipamientos que administran a su voluntad para dejarlos fuera de su alcance al conjunto de los profesores. Decía Coleman que cuando las instituciones excluyen del intercambio a sus miembros, estos acaban ocupándose de su propio jardín.

En este momento, buena parte de la investigación científica requiere grandes dosis de inversión financiera con equipos y tecnologías cada vez mas sofisticadas, que requieren una actualización permanente, actualización que rara vez forman parte del capital inventariable que envejece día a día al no estar al amparo de la universidad en su conjunto y de los departamentos en particular. Se ha desarrollado una conciencia propietaria en aquellos que disponen de los medios de tal modo que impiden activamente su acceso a los investigadores mas jóvenes e innovadores. La casta universitaria administra los recursos en su favor sabiéndose que le serán útiles para sus propósitos de promoción, y ello, de espaldas al desarrollo del conocimiento y al desarrollo de sus aplicaciones. El resultado está a la vista, una universidad cada vez mas depauperada, que tiene por gestores a políticos elegidos por el cuerpo sindical de los profesores que hacen mas pasillo y menos ciencia.

En este contexto, la reforma Complutense tendrá un efecto definitivo en el suicidio de la universidad, con departamentos convertidos en lo que en buena metáfora confesó en su día el rector Villapalos respecto de la Facultad de Derecho, al decir que era como la provincia de Teruel pero sin gobernador. Ahora puede decirse de la Complutense. Ocurre en la actualidad que las universidades, no ya del primer mundo, sino del tercer mundo ofertan plazas de doctorandos y profesorado universitario mundialmente, dotan estas plazas con salarios internacionalmente competitivos, aseguran la financiación de los programas de investigación, y aseguran la difusión del conocimiento en las revistas científicas que cada día más se apuntan a un sistema de financiación que castiga sobremanera al investigador de nuestras latitudes: la mayor parte de los artículos científicos se publican hoy mediante pago, un pago equivalente al salario mensual de un profesor en la univesidad española. Rara vez la propia revista exonera del pago a los investigadores si reconoce en el trabajo un especial valor, y nunca le exonera si la propuesta es rupturista e innovadora y atenta contra los principios y postulados de los autores que dominan y administran el campo.

La universidad española no paga la participación en congresos de sus profesores e investigadores que se ven compelidos, en el mejor de los casos, a obtener bolsas de viaje risibles, u obtener financiación de instituciones extranjeras o empresas; la universidad española no paga por el mantenimiento activo de los equipamientos científicos ni invierte en nuevas tecnologías a menos que sirvan para simular desarrollo; la universidad española no integra a profesores extranjeros que puedan convertirse en líderes de investigación porque no está dispuesta ni a contrratarlos dada la existencia de barreras artificiales y mucho menos a retribuirlos, como no está dispuesta a retribuir a su equipo humano salarialmente o reconociendo su recorrido académico previo; la universidad española no publicita internacionalemnte sus convocatorias de profesores, no establece programas y proyectos en el idioma universal de la ciencia, el inglés, en tanto lo hacen universidades de todo el mundo incluso en paises del tercer mundo, y no financia la adquisición de recursos técnicos. Por el contrario, se ahoga en la burocracia, en un tipo de burocracia administrativa cuyos recursos crecen al mismo ritmo que disminuyen los recursos del profesorado.

El Pais Vasco y Cataluña, con la creación del ICREA y el Pais Vasco con la creación de otras instituciones científicas han puesto el foco en la creación de un tejido ajeno en parte o en su totalidad a las universidades públicas para fortalecer la investigación, abandonando a la universidad a docencia. Proliferan las encuestas estudiantiles al profesorado que pretenden una acreditación con el menor esfuerzo. ¿Qué sentido del prestigio pueden unos estudiantes en su mayor parte cautivos a su territorio de residencia? Al retirar de la universidad la investigación se consigue eliminar de una vez la presión de un cuerpo administrativo pesado, la influencia perversa de un cuerpo docente envejecido interesado en mantener el status quo, y la influencia de los estudiantes que pretenden garantizarse una renta salarial sin las competencias que requiere un sistema económico competitivo de nivel internacional.

En lugar de cambiar la gestión, la reforma de departamentos Complutense dinamita la organización académica, la somete al dictado de necesidades administrativas, altera la coherencia científica de los departamentos, y realiza una reforma nominal que finalmente será mas costosa, e ineficiente, eludiendo una reforma en profundidad, aquella que se obtiene de imputar beneficios y costes a quienes intervienen en la contratación de profesores de baja cualificación con contratos basura. La dinámica aparente es puramente reducir costes de gestión, sin cambiar el formato de las responsabilidades docentes, sin corregir el deficit orgánico de estudiantes mal formados e irresponsables que se nutren, como siempre de apuntes de clase, resistentes a cualquier forma de exigencia, y sin cambiar los modelos de gestión administrativa cada día mas nutrida e invasiva. Un examen de la productividad de cuerpos residuales de ordenanzas, de auxiliares y administrativos con una carga desigual de trabajo y una incoherente e irracional diferencia salarial mostraría cuan lejos nos encontramos de un modelo competitivo de universidad. La Complutense viene dando pasos, como muchas otras, hacia su desaparición, en un contexto en que es posible formarse mejor en una disciplina académica acudiendo a los recursos proporcionados por universidades no presenciales, o universidades, instituciones o empresas con programas de formación no presencial. No pasará mucho tiempo sin que este estado de degradación convierta a universidades e instituciones privadas en el definitivo redentor de las otrora universidades públicas, un mérito que compete a sus inefables rectores.

La universidad española ha perdido el tren de la historia. En lugar de cambios en la gestión, se contraen los departamentos universitarios contraviniendo la division del saber en un mundo donde las marcas juegan un papel esencial. La última en apuntarse a este carro de los despropósitos es la Universidad Complutense, otrora la mas prestigiosa, y ahora con un deterioro creciente en un camino ineluctable hacia la extinción. Se han contraido los departamentos y éstos han optado por dar cabida de forma irracional a un conjunto de conocimientos y aplicaciones que ignoran su fundamento científico en su propio etiquetado. Una vez mas se cumple el caso de que quien gestiona políticamente la universidad, dificilmente puede manejarse con criterios científicos y de mercado. Ni lo uno ni lo otro se ha producido en lo que pretende ser una reorganización economicista del conocimiento sin apelación ninguna ni a la ciencia, ni a los saberes humanos, ni a su función en la sociedad ni en la cultura. Un tipo de institución en que cada cual debería justificar su rendimiento por su impacto económico y social a nivel mundial.

El origen de todos los males vuelve a ser el mismo, rectores políticos elegidos por un cuerpo político de electores, controlado por los sindicatos, y una ideología que hace descansar la superviviencia de la universidad en las subvenciones en lugar de en su capacidad para construir riqueza. El imparable deterioro se expresa en que ningún egresado en la práctica tiene mayor interés en financiar la universidad que les otorgó su acreditación. El peso de las donaciones es ridícula y las que existen no tienen valor pecuniario generando nuevas cargas a la universidad.

Al interior de los departamentos, la diversidad y colisión de intereses deja en manos de sus directivos el salario de la colusión. Para rematar la quiebra del sistema institucional universitario, el inefable Misterio de Educación, Cultura y Deporte se ha aprestado a reconocer de forma delirante en los criterios de selección de los profesores titulares y catedráticos un tipo de méritos que no es posible alcanzar mas que para los actores universitarios mas arropados institucionalmente, bien por estar coaligados con grupos de poder económico, bien por regentar posiciones con un acceso privilegiado a recursos y equipamientos que administran a su voluntad para dejarlos fuera de su alcance al conjunto de los profesores. Decía Coleman que cuando las instituciones excluyen del intercambio a sus miembros, estos acaban ocupándose de su propio jardín.

En este momento, buena parte de la investigación científica requiere grandes dosis de inversión financiera con equipos y tecnologías cada vez mas sofisticadas, que requieren una actualización permanente, actualización que rara vez forman parte del capital inventariable que envejece día a día al no estar al amparo de la universidad en su conjunto y de los departamentos en particular. Se ha desarrollado una conciencia propietaria en aquellos que disponen de los medios de tal modo que impiden activamente su acceso a los investigadores mas jóvenes e innovadores. La casta universitaria administra los recursos en su favor sabiéndose que le serán útiles para sus propósitos de promoción, y ello, de espaldas al desarrollo del conocimiento y al desarrollo de sus aplicaciones. El resultado está a la vista, una universidad cada vez mas depauperada, que tiene por gestores a políticos elegidos por el cuerpo sindical de los profesores que hacen mas pasillo y menos ciencia.

En este contexto, la reforma Complutense tendrá un efecto definitivo en el suicidio de la universidad, con departamentos convertidos en lo que en buena metáfora confesó en su día el rector Villapalos respecto de la Facultad de Derecho, al decir que era como la provincia de Teruel pero sin gobernador. Ahora puede decirse de la Complutense. Ocurre en la actualidad que las universidades, no ya del primer mundo, sino del tercer mundo ofertan plazas de doctorandos y profesorado universitario mundialmente, dotan estas plazas con salarios internacionalmente competitivos, aseguran la financiación de los programas de investigación, y aseguran la difusión del conocimiento en las revistas científicas que cada día más se apuntan a un sistema de financiación que castiga sobremanera al investigador de nuestras latitudes: la mayor parte de los artículos científicos se publican hoy mediante pago, un pago equivalente al salario mensual de un profesor en la univesidad española. Rara vez la propia revista exonera del pago a los investigadores si reconoce en el trabajo un especial valor, y nunca le exonera si la propuesta es rupturista e innovadora y atenta contra los principios y postulados de los autores que dominan y administran el campo.

La universidad española no paga la participación en congresos de sus profesores e investigadores que se ven compelidos, en el mejor de los casos, a obtener bolsas de viaje risibles, u obtener financiación de instituciones extranjeras o empresas; la universidad española no paga por el mantenimiento activo de los equipamientos científicos ni invierte en nuevas tecnologías a menos que sirvan para simular desarrollo; la universidad española no integra a profesores extranjeros que puedan convertirse en líderes de investigación porque no está dispuesta a retribuirlos, como no está dispuesta a retribuir a su equipo humano salarialmente o reconociendo su recorrido académico previo;  la universidad española no publicita internacionalemnte sus convocatorias de profesores, no establece programas y proyectos en el idioma universal de la ciencia, el inglés, en tanto lo hacen universidades de todo el mundo incluso en paises del tercer mundo, y no financia la adquisición de recursos técnicos. Por el contrario, se ahoga en la burocracia, en un tipo de burocracia administrativa cuyos recursos crecen al mismo ritmo que disminuyen los recursos del profesorado.

El Pais Vasco y Cataluña, con la creación del ICREA y el Pais Vasco con la creación de otras instituciones científicas han puesto el foco en la creación de un tejido ajeno en parte o en su totalidad a las universidades públicas para fortalecer la investigación, abandonando a la universidad a docencia. Proliferan las encuestas estudiantiles al profesorado que pretenden una acreditación con el menor esfuerzo. ¿Qué sentido del prestigio pueden unos estudiantes en su mayor parte cautivos a su territorio de residencia? Al retirar de la universidad la investigación se consigue eliminar de una vez la presión de un cuerpo administrativo pesado, la influencia perversa de un cuerpo docente envejecido interesado en mantener el status quo, y la influencia de los estudiantes que pretenden garantizarse una renta salarial sin las competencias que requiere un sistema económico competitivo de nivel internacional.

En lugar de cambiar la gestión, la reforma de departamentos Complutense dinamita la organización académica, la somete al dictado de necesidades administrativas, altera la coherencia científica de los departamentos, y realiza una reforma nominal que finalmente será mas costosa, e ineficiente, eludiendo una reforma en profundidad, aquella que se obtiene de imputar beneficios y costes a quienes intervienen en la contratación de profesores de baja cualificación. La dinámica aparente es puramente reducir costes de gestión, sin cambiar el formato de las responsabilidades docentes, sin corregir el deficit orgánico de estudiantes mal formados e irresponsables que se nutren, como siempre de apuntes de clase, resistentes a cualquier forma de exigencia, y sin cambiar los modelos de gestión administrativa cada día mas nutrida e invasiva. Un examen de la productividad de cuerpos residuales de ordenanzas, de auxiliares y administrativos con una carga desigual de trabajo y una incoherente e irracional diferencia salarial mostraría cuan lejos nos encontramos de un modelo competitivo de universidad. La Complutense viene dando pasos, como muchas otras, hacia su desaparición, en un contexto en que es posible formarse mejor en una disciplina académica acudiendo a los recursos proporcionados por universidades no presenciales, o universidades e instituciones con programas de formación no presencial. No pasará mucho tiempo sin que este estado de degradación convierta las universidades privadas en el definitivo redentor de las otrora universidades públicas, un mérito que compete a sus inefables rectores.

La mercantilización de la universidad no sería noticia si no fuera por la perversión de destruir los privilegios de la academia para entregar esos mismos privilegios a una casta de gerentes que asumen como profesión la tarea de extinguir la innovación y la creación de conocimiento. La burocracia educativa, como decía Martin Trow, avanza en la medida en que se desconfía de la academia. Los gerentes de la burocracia educativa, los gerentes oficiales de la ciencia, tantas veces de muy bajo nivel intelectual, ejercen como capataces que extienden el modelo taylorista a todos los sectores económicos. Ni la sanidad ni la educación se libran de esa presión por el ejercicio sistemático de la simulación de buenas prácticas profesionales. En nombre de la eficiencia quieren gobernar al estilo de Ford, no sólo dividiendo el trabajo y descualificando al trabajador -a los profesores de base y a los profesores que se postulan para gestionar las directrices burocráticas en la academia- a través de incentivos económicos muy claros para los que ejercen de capataces, sino creando el hombre nuevo taylorista, simulacro mecánico adaptado a las competencias y prácticas, aplicables, en detrimento del conocimiento que funciona en otro horizonte temporal. Los programas académicos se aplican como si cada profesor o investigador fuera el brazo ejecutor de un agente externo dominante de tal modo que la libertad de cátedra y la investigación se sacrifica para formar replicantes, clones abocados al fracaso profesional de manera ineluctable. ¿Cómo podría solicitarse competencia y originalidad a quien va a ser juzgado por burócratas de la ciencia?
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