No doy crédito a lo que mis ojos ven en la prensa y a lo que la televisión me muestran en sus noticiarios. Apenas la razón puede aspirar a comprender lo incomprensible de la conducta humana y el grado de insensatez a que puede llegar el comportamiento político. Los ciudadanos estamos pasmados, tanto o más que el rey Felipe IV que quedara en esa condición ante la visión de una bella desnuda; hoy es la política absurda del nacionalismo que al quedar al desnudo produce ese desasosiego y esas alteraciones volitivas.

Como ya sugiriera el profesor Tortellá recordando a Marx, el drama político se repite primero como farsa, luego como ridículo, y después como bufonada. Como diría el otro Marx, Groucho por mas señas, la farsa política ha devenido en política grotesca. Sea cual sea el epíteto, la realidad actual del nacionalismo faccioso del nacionalismo catalán cuadra con la formación de politicuchos nefastos, que salieron de la miseria de la nada para alcanzar las más altas cotas de lo estrafalario. O para decirlo con las claves de la modernidad, asaltar los cielos para luego estrellarse con estrépito en el suelo. El tipo de discreción con que recomiendan responder a la previsión constitucional del artículo 155. Los tertulianos a sueldo se asombran al descubrir con cuanta facilidad se desenmascara las previsiones del histrionismo político, y ahora halagan la finura quirúrgica con la que se ha extirpado el mal.

Ni Tirano Banderas puede hacerles sombra a la hora de comparar el esperpento vivido, casi tan real que muchos se lo han creído; algunos catalanes han comprado incluso entradas y han acudido al teatro del esperpento acompañados de sus hijos, inconscientes que formaban parte de la escena sacrificial, de la carne de la barbacoa nacionalista, del mambo paellero. No queremos pensar en una República Catalana con estos adefesios encaramados al púlpito de la Generalitat para impartir leyes, dictaminar justica y repartir el pastel económico. Dios nos pille confesados con semejantes títeres al mando del fascismo en plaza.

Cataluña se ha librado de estos mentores del nacional catolicismo de Montserrat, del pujolismo corrupto de la Sagrada Familia que ya se veía cruzando el mar Rojo para inaugurar los Països Catalans. Ha sido el delirium tremens de la casta independentista y de sus actores que intentando imitar a Ionesco, una vez, resultan arrojados al estercolero de la historia desde el teatro de la política. Pero, ¿cómo se han reclutado estos dirigentes, qué suerte de bufones de la política se han aupado a estas posiciones para arruinar la vida de todos?. La Constitución ha salvado a los catalanes y a los españoles de la inanición y la locura.

España, sus españoles y españolas, una nación ciudadana sin gota de nacionalismo que ha prescindido de la ayuda de una izquierda nauseabunda que reclama privilegios para sí misma, se han lanzado a la calle. Ha tomado la calle la inteligencia social, los valedores de la verdad, desplazando ese necio negocio comercial de la postverdad. El pueblo llano ha cantado las cuarenta a los cuarenta ladrones.

¿Y ahora qué?. El descrédito de una proclamación de independencia que no la ha creído ni el Papa que vive en Roma, al que le han degollado sus palomas. Los creyentes en la nación catalana empiezan a saberse engañados, estafados y los que no hayan abierto aún los ojos es porque se los han arrancado de sus cuencas para comerciar con sus retinas. Ha sido la más ominosa tomadura de pelo que ha vivido gran parte de la población catalana. Han perdido el tiempo, el dinero y la sensatez, ahora solo queda recuperar lo perdido. Nunca es tarde si la democracia es plena. De Cataluña se han fugado capitales, depósitos, y empresas... y ahora se ha fugado su presidente. La democracia le pondrá en su sitio.

El Govern de Cataluña ha sido el hazmerreír del mundo desarrollado y en especial de la Europa comunitaria avisada de a dónde conduce el fascismo nacionalista. Dirigido por un payaso y un bufón, el Govern ha interpretado el papel mojado de la historia. Lo triste es que han sacrificado, en escasos meses, el prestigio y la garantía que ofrece un pueblo trabajador y honrado. Puigdemont, Junqueras, Forcadell y algunos mas han mostrado su impudicia, su mezquina necedad y el mundo ha tenido ocasión de ver con detalle la cloaca máxima del nacionalismo catalán, nadie, nadie ha dado un céntimo por la aventura secesionista. Y ahora, huido de la patria propia a la patria del yijadismo tientan su suerte de la mano del nuevo León Degrelle, el tapado hitleriano que apostara por el éxito del nazismo alemán. El irredentismo flamenco de Francken que guarda odio desde los tercios de Flandes esgrime los derechos fundamentales para lavarse la cara de su abierto racismo.

No le faltan a Puigdemont garantías constitucionales, le falta el asentimiento de un gobierno europeo para asilarse en el país y disparar desde la misma ciudad en que residen las instituciones comunitarias. Obligado a acudir irremisiblemente a la citación judicial volveremos a experimentar su histrionismo. De nuevo querrá imponer sus gritos a la mísmisima protección del Estado. Al final de la escapada solo quedan unos gigantes con pies de barro y unos cabezudos de escasa inteligencia que haciendo el ridículo de huir de la justicia han demostrado su máxima debilidad, no defender su posición.

No doy crédito a lo que mis ojos ven en la prensa y a lo que la televisión me muestran sus noticiarios. Apenas la razón puede aspirar a comprender lo incomprensible de la conducta humana y el grado de insensatez a que puede llegar el comportamiento político. Los ciudadanos estamos pasmados, tanto o más que el rey Felipe IV que quedara en esa condición ante la visión de una bella desnuda; hoy es la política absurda del nacionalismo que al quedar al desnudo produce ese desasosiego y esas alteraciones volitivas.

Como ya sugiriera el profesor Tortellá recordando a Marx, el drama politico se repite primero como farsa, luego como ridículo, y después como bufonada. Como diría el otro Marx, Groucho por mas señas, la farsa politica ha devenido en politica grotesca. Sea cual sea el epíteto, la realidad actual del nacionalismo faccioso del nacionalismo catalán cuadra con la formación de politicuchos nefastos, que salieron de la miseria de la nada para alcanzar las más altas cotas de lo estrafalario. O para decirlo con las claves de la modernidad, asaltar los cielos para luego estrellarse con estrépito en el suelo. El tipo de discreción con que recomiendan responder a la previsión constitucional del artículo 155. Los tertulianos a sueldo se asombran al descubrir con cuanta facilidad se desenmascara las previsiones del histrionismo político, y ahora halagan la finura quirúrgica con la que se ha estirpado el mal.

Ni Tirano Banderas puede hacerles sombra a la hora de comparar el esperpento vivido, casi tan real que muchos se lo han creído; algunos catalanes han comprado incluso entradas y han acudido al teatro del esperpento acompañados de sus hijos, inconscientes que formaban parte de la escena sacrificial, de la carne de la barbacoa nacionalista, del mambo paellero. No queremos pensar en una República Catalana con estos adefesios encaramados al púlpito de la Generalitat para impartir leyes, dictaminar justica y repartir el pastel económico. Dios nos pille confesados con semejantes títeres al mando del fascismo en plaza.

Cataluña se ha librado de estos mentores del nacional catolicismo de Montserrat, del pujolismo corrupto de la Sagrada Familia que ya se veía cruzando el mar Rojo para inaugurar los Països Catalans. Ha sido el delirium tremens de la casta independentista y de sus actores que intentando imitar a Ionesco, una vez, resultan arrojados al estercolero de la historia desde el teatro de la política. Pero, ¿cómo se han reclutado estos dirigentes, qué suerte de bufones de la política se han aupado a estas posiciones para arruinar la vida de todos?. La Constitución ha salvado a los catalanes y a los españoles de la inanición y la locura.

España, sus españoles y españolas, una nación ciudadana sin gota de nacionalismo que ha prescindido de la ayuda de una izquierda nauseabunda que reclama privilegios para sí misma, se han lanzado a la calle. Ha tomado la calle la inteligencia social, los valedores de la verdad, desplazando ese necio negocio comercial de la postverdad. El pueblo llano ha cantado las cuarenta a los cuarenta ladrones.

¿Y ahora que?. El descrédito de una proclamación de independencia que no la ha creído ni el Papa que vive en Roma, al que le han degollado sus palomas. Los creyentes en la nación catalana empiezan a saberse engañados, estafados y los que no hayan abierto aún los ojos es porque se los han arrancado de sus cuencas para comerciar con sus retinas. Ha sido la mas ominosa tomadura de pelo que ha vivido gran parte de la población catalana. Han perdido el tiempo, el dinero y la sensatez, ahora solo queda recuperar lo perdido. Nunca es tarde si la democracia es plena. De Cataluña se han fugado capitales, depósitos, y empresas... y ahora se ha fugado su presidente. La democracia le pondrá en su sitio.

El Govern de Cataluña ha sido el hazmerreir del mundo desarrollado y en especial de la Europa comunitaria avisada de a dónde conduce el fascismo nacionalista. Dirigido por un payaso y un bufón, el Govern ha interpretado el papel mojado de la historia. Lo triste es que han sacrificado, en escasos meses, el prestigio y la garantía que ofrece un pueblo trabajador y honrado. Puigdemont, Junqueras, Forcadell y algunos mas han mostrado su impudicia, su mezquina necedad y el mundo ha tenido ocasion de ver con detalle la cloaca máxima del nacionalismo catalán, nadie, nadie ha dado un céntimo por la aventura secesionista. Y ahora, huido de la patria propia a la patria del yijadismo tientan su suerte de la mano del nuevo León Degrelle, el tapado hitleriano que apostara por el éxito del nazismo alemán. El irredentismo flamenco de Francken que guarda odio desde los tercios de Flandes esgrime los derechos fundamentales para lavarse la cara de su abierto racismo.

No le faltan a Puigdemont garantías constitucionales, le falta el asentimiento de un gobierno europeo para asilarse en el país y disparar desde la misma ciudad en que residen las instituciones comunitarias. Obligado a acudir irremisiblemente a la citación judicial volveremos a experimentar su histrionismo. De nuevo querrá imponer sus gritos a la mísmisima protección del Estado. Al final de la escapada solo quedan unos gigantes con pies de barro y unos cabezudos de escasa inteligencia que haciendo el ridiculo de huir de la justicia han demostrado su máxima debilidad, no defender su posición.

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