60 años, 51 días, 2 horas y 5 minutos han tenido que esperar los españoles para redescubrir atónitos lo que ha sido la televisión pública durante este tiempo. Por el camino se han dejado unos cientos de miles de millones, que actualizados en euros constantes suponen más del 50% del presupuesto anual del Estado y más de 1.200.000 horas frente al televisor de una persona que habría de vivir cerca de 137 años como espectador de sus contenidos. 

La televisión ha dejado tras de sí secuelas económicas, sociales, culturales y políticas. Ahora se celebra su aniversario y amenazan con celebrarlo cada 10 años, en las bodas de platino, las bodas de iridio y demás bodas de la tabla periódica de Mendeléiev. La televisión ha muerto, viva la televisión! Ayer vimos uno de esos cadáveres televisivos presentando una Gala, una jornada de autobombo, un vicio tan nacional para ocultar el fracaso. El átonito televidente pudo experimentar un deja vú mirando el repetidor de la Bola del Mundo y regresar al pasado de sus emociones, emociones de los que quedan vivos porque por el camino RTVE ha dejado cientos de rostros inexpresivos y muertos. Desde una audiencia con picos del 72% en 1990 se ha pasado a los valles de un 10% y los 18.000 trabajadores que llegó a tener, apenas superan hoy los 6.400. La historia de un fracaso. El imperio se derrumba gracias a los artilleros del Estado que no han parado de saquear la empresa, que durante la dictadura ganara dinero, repartiendo el pastel estatal a las hienas voraces de nuestra historia... iene voraci della nostra storia, roditori delle bandiere conquistate con tanto sangue e con tanto fuoco. Gestores ha tenido que han descapitalizado la empresa vendiendo su red herziana a intereses privados en la operación Retevisión, han destruido su capital documental, han vendido a precio de saldo su historia y sus archivos, y han destruido la base social de sus trabajadores y sus espectadores compitiendo por ofrecer una televisión basura con operaciones triunfo sin cuento. Convertida en pesadilla la caja tonta de RTVE ha contribuido como nadie a destruir la cultura ciudadana.

Duele la basura, hiede tanto que al ciudadano le hierve la sangre volver a ver esa nostalgia enlatada. Escuece ver como el bolsillo ha devorado el alma, y ver con que impunidad han regalado dinero público a los testaferros de Gestmusic, a los sicarios de la televisión pública, esos que dicen comprender al pueblo para ayudarle a inyectarse más opiáceos audiovisuales, el comercio visual de la carne de las descarnadas piernas de las vedetes, fortaleciendo el sexismo y la vaciedad. No existen para esta televisión mujeres y hombres normales que no se deleitan en esta basura de televisión tercermundista.

Nos llegan noticias de que Gestmusic se ha levantado millón y medio de euros por su aportación, que expedientan a trabajadores por negarse a directivos que se oponen a que descansen para comer haciendo compatible la vida y el trabajo. Nos cuentan que la televisión pública celebra su aniversario para extender la farsa, una más de las que estamos acostumbrados a ver. El rumor se extiende sobre un plan para jubilar la plantilla, un plan para destruir la televisión pública y repartir la carnaza que resta tras el inefable aventurerismo de Zapatero cuando pergeñó un plan de financiación de la televisión pública invalidado por los tribunales mientras le negaba el acceso al mercado de la publicidad. Cuesta creer que esta televisión pública fuera la de Felipe Mellizo, la de Luis Carandell, la de los reporteros intrépidos de De la Cuadra Salcedo, de los documentales de Rodriguez de la Fuente, de los que forjaron en la Aventura Humana la conciencia histórica de los españoles, de sus héroes, cuesta creer que esta es la televisión de A Fondo, de los Debates y de la Claves.

Este es un aniversario que solo rescata lo cutre, el espectáculo barato, pagado a precio de oro. Resultaba más digno el triste Moulin Rouge de Toulouse-Lautrec que esta miseria de money moviendo el mundo. Tantos y tantos olvidados en este Cajón de Sastre que sólo queda la hedionda basura. Atrás la televisión de la información y la educación. En RTVE manda la Bruja Averías, la inhóspita casta de los ejecutivos que han despertado al negocio televisivo para convertir toda la carne española en carne del cañón catódico, apostólico y romano. Una televisión pública a imagen y semejanza de la Mediaset en la que aspiran a convertirla. Hay que competir hacia abajo. Lo que podría haber sido una televisión pública de calidad, una televisión digna, una televisión de todos como dice el eslogan que enmascara a los sindicatos vendepatrias, escondidos tras los visillos de la Cafarell y sus relaciones clientelares en la Universidad Rey Juan Carlos tan prestigiosa.

Hasta aquí hemos llegado con estas alforjas, el rostro sediento de justicia, esperando que cambie de una vez por todas esta programación cutre, indecente, aburrida y tercermundista de la decimoprimera potencia mundial, que no huye de reflejarse con una mirada crítica. Toca jornada de autobombo, de mirarse el ombligo, y dar protagonismo a lo peor. Cuantos contribuyentes desean que finalmente desaparezca esta programación nacida para el oprobio de los españoles, de estos españoles que no pueden escaparse al campo y que desearían disfrutar de una televisión que aportara valor, y no la carne macilenta de la anorexia y el morbo de las miseria humanas. La historia juzgará a estos miserables que perdieron primero el crédito, luego la compostura, y la razón, interesados unicamente en seguir mamando de las ubres del Estado.

­