Se llama cine español a lo que es un muestrario de películas, cada una de su padre, cada una de su madre. El cine es una industria y las películas un divertimento que en muchos casos se pagan con los impuestos y otros con la voluntad de los directores que buscan una financiación tan irregular como irreal.

Se llama a los premios Goya, la fiesta del cine, ¡Que estupidez!. El cine español languidece eternamente, había mas cine en la dictadura, con mas acierto, con mas fieles, con mas espectadores que ahora en la democracia que ve como el potencial de un país que es señor de la luz, produce filmes oscuros, poco atinados, escasamente internacionales y peligrosamente abocados a la quiebra de productoras y talentos. No existe una industria, existe una mafia que confisca las ayudas y vive del sustrato del Ministerio para recibir las ayudas que TVE administra de forma ciega.

En el cine español existe menos cultura que en el cántaro de vino del que bebé lazarillo, pierde dinero por todos los orificios y los espectadores se cuentan en algunos casos por decenas, ni siquiera cien. Ahí tenemos todos los años fiascos, un total de 21 películas españolas tuvieron menos de un centenar de espectadores en las salas de cine, el 13% del total de los estrenos de 2016. Datos curiosos como que tres filmes 'Manolo Tena, un extraño en el paraíso', tuvo 4 espectadores y recaudó 14 euros; 'Contra la impunidad', 6 espectadores y 29 euros; y 'Cervantes: La Búsqueda', también con 6 espectadores, pero con una recaudación record de 38 euros. La lista continúa y es de risa.

Sin dejar el año 2016, ponemos en ell otro platillo de la balanza, seis películas que recaudaron 52 millones sobre un total de 106 anuales, por tanto, los demás se repartieron el resto, esto es, nada. En 2017 no ha sido peor, peor es imposible. El cine es caro, producir es caro, mas cuando Hollywood nos tiene acostumbrados a películas que en algunos casos, una sola cinta supera toda la inversión del cine español en un año. No tenemos una industria cinematográfica y esto se debe sin duda a la escasa visibilidad, al dominio de las distribuidoras americanas y a la dudosa actividad propagandística del Ministerio, de las productoras, y como no, a que el cine español resulta un coñazo. Uno ve cine francés y se le caen los pelos del sombrajo y acude a una sala a ver algo español y sale echando pestes.

Si, estamos afrancesados, hay que reconocerlo, en un país que tiene brillantes técnicos, artistas y pésimos directores, digámoslo claro, Pedro Almodovar es bochornoso, literalmente un ladrillo. Ya no hay maratones cinematográficos, una lástima porque una sesión continua de películas de Almodovar requeriría una UVI móvil por mucho que el lobbie gay fuera en masa. Hay películas y películos. ¡Oye tú, no seas básico y observes una critica homófoba!. Hablamos de cine, también de gustos, de cultura, de inversión, de contenidos, de guionistas, hablamos de hacer cine para el gran público, para construir cultura, para unir al país, para tener un trocito de sentimiento patrio cuando vamos al extranjero y vemos en las carteleras nuestro celuloide electrónico, algo que no ocurre salvo en raras excepciones.

Nadie se acuerda de brillantes y divertidísimas películas como ‘Amanece que no es poco', citamos esta por no hablar del sempiterno Buñuel, el mayor genio cinematográfico español, si bien es verdad que también era un afrancesado. Y toda esta critica ¿Para qué? pues... para nada porque viendo la Gala de los Goya con el despliegue de abanicos femininazis posando en la esterotipada alfombra roja, donde las actrices posan, paradójicamente, como modelos de Penthouse enseñando las chichas y además escuchando los chascarrillos progres de los artistas, que aburren hasta la saciedad, los guiones flatulentos de los presentadores, salpicados de rímel y carmín de ellas y las pajaritas de ellos y las parejas que van a pegar mangas, con todo este conjunto asistimos al entierro del cine, del cine de los otros y nunca del nuestro. Los besos entre iguales géneros nos dejan absolutamente indiferentes. El sexo no es noticia, y los divertículos intestinales de nadie interesan lo más mínimo. Cuando había represión nadie hacía películas de sexo, y ahora que no la hay mas que en la mente de sus protagonistas, la ausencia de reflexión se cubre con apariencias morbosas. Ridículo!. La verdad es que el cine español carece de reflexión y análisis. No es un cine inmersivo y tampoco es un cine espectáculo. Ni emoción ni suspense, puro divertimento onanista del Segura de turno.

Se premia una cinta, Handia, grabada en Euskera, esto es, en versión original. Es una película realista y exótica. Pero se disuade de verla a más de 46 millones de personas. Cuando se va al cine se va a ver cine, no a leer subtítulos y se comete el tremendo error de grabar en una lengua que no la habla ni el "papo", ¿Así se quiere crear una industria internacional?. Mas lista ha sido Isabel Coixet, una vituperada antinacionalista catalana que ha grabado su cinta en inglés, ¡Fantástico! porque el mercado anglosajón no soporta el doblaje y no decimos que deberia haberse hecho en español, aquí la crítica patria no funciona. Hablamos de industria.

"Handia", significa "Grande", menos mal que nos lo han traducido los periodistas asistentes al evento, trata, como su nombre indica de un vasco de 2,43 metros de altura. Obviamente su mérito fue su tamaño y su vida la de un hombre parecido al hombre elefante con su fibromatosis, paseando ambos, por circos y teatros. Se trata de hacer una historia singular, pero lo singular solo sirve si adquiera universalidad en el universo del público. Pues muy bien, quizás se pueda ver cuando la sonoricen en castellano, catalán, gallego y posiblemente bable.

El mundo es otro mundo y el cine español no es de este mundo. Ahí tenemos a personajes, que no digamos que son de nuestro agrado como Pérez Reverte y sus novelas histórico-mitológicas que quizás pudiera echar mano de su maestra pluma de los tercios de flandes para hacer un guión, ya puestos, para hablar de personas grandes, un guión sobre el Sansón de Extremadura, Don Diego García de Paredes, que diezmaba ejércitos de turcos, italianos, franceses o moros porque aquel gigante si que tiene hazañas bélicas suficientes como para sorprender en el cine al mas pacífico de los espectadores. Pero está claro. Aquí solo existe Cataluña y el País Vasco. Los demás son anecdóticos.

Sin duda, a esa España mía, a esa España nuestra, le falta la industria y el decoro para relatar nuestra historia como lo hacen en otras cinematografías. Es la historia muchachos donde hay que escarvar las leyendas para convertirlas en celuloide. Muchos fantasmas y pocos Goyas porque la película del pintor y nuestra historia ya la grabó Miloš Forman en el Palacio de Boadilla del Monte. Quizás el Sansón de Extremadura tenga la oportunidad de ser resucitado gracias a un productor americano que hable español.