Una de las creencias mas firmemente asentadas en el imaginario social es que existen movimientos sociales espontáneos, surgidos de abajo a arriba, como si de pronto un grupo social tomara conciencia de sí mismo y se revelara contra un estado de cosas. Lenin fue uno de los primeros en darse cuenta que cualquier movimiento social es de hecho artificial. Ni siquiera puede decirse que las mal denominadas lenguas naturales son naturales; no sólo hay que pensar en el vascuence o en el hebreo oficiales, sino en, por ejemplo, el alemán y el inglés en la que buena parte de su estructura gramatical se ha construido artificialmente. Ocurre que a cualquier movimiento, a cualquier creencia, le subyace una ideología que se ha conformado a partir de una serie de textos. No precisamente sagrados, aunque también.

El erudito islámico Abul Ala Maududi defendió que las leyes del Estado actual obligan a las personas "a aceptar el razonamiento humano en lugar del razonamiento divino", construyendo en torno a esta idea dos de los cinco pilares del yijadismo-salafista, la proclamación del creyente de que Dios es único (tawhid), y la soberanía de Dios (hakimiyya) que Sayyid Qutb opone a la tiranía, la soberanía de los hombres, usurpada a Dios. Se nace musulmán. Todos los no musulmanes han renegado de Dios. La apostasía original del no creyente traiciona la obligación de devoción a Dios (alwala) y justifica el repudio social (takfir) como miembro de la comunidad; la negación y ruptura con el descreido justifica la guerra santa, la yijad es una obligación sólo secundaria a la misma fe.

Los intérpretes liberales del islam explican la yijad como una lucha interna, una superación de sí mismo, pero esta lucha interna o esta superación de sí mismo se expresa únicamente como acatamiento pasivo a la soberanía de Dios como una determinación del creyente, una renuncia identitaria que se expresa en la intuición del creyente en tanto miembro de una comunidad de fe (umma). Nada que ver con la conciencia individual, inexistente. La interpretación liberal del islamismo no es menos violenta que el yijadismo salafista. Una ideología que apela a una autoridad absolutamente divina siempre se impone a cualquier individuo o grupo individual.

El sometimiento del hombre a la voluntad de Dios, abstracta para el creyente bajo la forma de una conciencia de comunidad, forma parte esencial del concepto de yijad que sostiene la utopía islamista, la negación absoluta de la conciencia individual que se construye sobre la noción de responsabilidad y culpa de la civilación cristiana occidental. Sayyid Qutb uno de los fundadores de la Hermandad Musulmana Egipcia llama, en consecuencia, a los musulmanes a luchar contra cualquier forma de secularización y contra cualquier poder construido sobre la apostasía original del no creyente. Ir contra las leyes humanas no es sino la mejor expresión del yijadismo de un creyente coherente para el que la fe sólo existe en cuanto se proclama (Ilamat al salá) y se manifiesta como señal corporal (izbiba ) en el espacio público, no como resultado de una convicción personal libremente asumida por el creyente, al modo de Merleau-Ponty. Lejos de ser una expresión privada, es una manifiesta ocupación de un espacio público de tal modo que cualquier otra creencia resulta automáticamente excluida. El yijadismo-salafista trata de ocupar el espacio público; el respeto a cualquier expresión de otro ciudadano desaparece.

La opinión dominante en Europa es considerar a Europa como un espacio vacío, como si no existiera ninguna creencia o cultura común. Las élites políticas e intelectuales europeas vienen fracasando en diagnosticar el problema musulmán. Sucede a la negación de la historia de Europa. Y no sólo ignoran la imposición de una cultura que niega la conciencia individual, amenaza las libertades y esclaviza a sus mujeres a su función reproductiva, sino que además defienden sus peores expresiones bajo el cínico artificio del respeto a la libertad individual, un tipo de valores en los que no creen las sociedades islámicas. Vinieron a creer bajo una forma de ingenuidad y autoadulación narcisista que los musulmanes vendrían a aceptar los valores liberales y abrazar las virtudes de un estado secular, espontáneamente, en tanto son beneficiarios de las libertades y los servicios sociales que mejoran objetivamente sus condiciones de vida originales. Sin embargo, estas creencias ignoran la extensión y consolidación del dominio de las prácticas musulmanes que lejos de relajarse o reducirse aumentan a medida que aumenta la auto-confianza de la comunidad musulmana y aumenta su población. Existen de hecho contradicciones en la cultura occidental que favorecen la sumisión femenina, contra la libertad de vida de la mujer.

Las nuevas generaciones de musulmanes han visto reforzadas sus creencias ante la tolerancia de las sociedades democráticas y amenazan el orden político y social de las sociedades democráticas en tanto las libertades personales amenazan el modelo de vida de los creyentes musulmanes. En el marasmo cultural de la sociedad actual cualquier expresión de libertad personal representa para el creyente musulmán una amenaza vital; cualquier forma de apostasía, pase por la identidad de género, el consumo de alimentos, el consumo de droga o alcohol, y por encima de todo la libertad de elección y autonomía de la mujer representan amenazas reales para la fe musulmana. No se trata para el creyente que se les tolere, consienta o respete por cuanto el creyente musulman se siente excluido en la sociedad occidental de los recursos que su propia cultura sí le entrega en cuanto puede decidir con qué mujer casarse, qué mujer repudiar, cuantas mujeres tomar, y mantener su dominio y control de la mujer que la libertad occidental ha hecho libre y provocativa. Los reproches a la vestimenta occidental y la defensa de las expresiones de virginidad y sometimiento de la mujer no son tan anecdóticos como podría suponerse. En Europa se ha velado unicamente al ajusticiado. El Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo apenas ha intuido la amenaza.

En este contexto, no tienen mejor destino los hijos adoptivos de Goytisolo que cualesquiera otros de la cultura europea. El sentimiento de deuda que acompaña a cualquier ciudadano cultivado en la tradición cristiana no existe para el musulmán. Europa pretende ignorar que las sociedades y los estados liberales democráticos se han construido sobre esa tradición que ha hecho, como señalara con brillantez Hegel, una defensa de la conciencia individual como origen de responsabilidad. Es esa conciencia personal la que niega el yijadismo. Ningún musulmán es responsable ante sí mismo y la sociedad que le acoge. La sumisión a Dios ignora cualquier forma de libertad. Es la misma sumisión de cualquier sociedad teocrática la que amenaza la libertad de todos.

Bibliografia Beyond Radical Secularism, Pierre Manent St. Augustine's A brief Education in Politics, Barton Swaim Salafi-Jihadism: The History of an Idea, Shiraz Maher, C.Hurst. The bond between Isis and al Qaeda, Kyle W. Orton, Henry Jackson Society.