A la policía se le asigna la función de mantener la paz en el mercado, y al juez resolver el conflicto. La amenaza de castigo, como cualquier otra forma de coerción social asegura que las transacciones en el mercado puedan transcurrir pacíficamente. Existen muchos tipos de mercados. Cuando se piensa en el mercado se piensa habitualmente en el intercambio de servicios o bienes. En la Edad Media existía una regulación que impedía a los gremios solicitar, coaccionar o seducir a un potencial comprador, incluso a través de un escaparate. En Bélgica y en otros paises se le niega el derecho al odóntologo de publicitar sus servicios. El mercado se regula en cuanto la publicidad afecta al precio y calidad del servicio que se presta al no existir usuarios que puedan determinar de modo objetivo que relación guarda la calidad con el precio. Todos los países desarrollados cuentan con un tribunal de la competencia y una legislación que protege en teoría al consumidor de una transacción abusiva o una práctica ilegal. Ningún actor privado puede imponerse a una corporación o a la presión que ejercen coaliciones ciudadanas o corporativas. Las condiciones sólo se ofrecen a los clientes ignorando sus derechos, o conculcando los propios en mercados ilegales o paralegales pudiendo ser toleradas o no reguladas. El mercado de la droga y de la prostitución son la expresión mas conspicua de estos mercados. No existe defensa del consumidor, como tampoco existe defensa de quien hace la oferta. Las muertes por sobredosis son el contrapunto a una actividad delictiva que se persigue sobre el papel, que deja en manos de delincuentes la vida de otros. Oferta y demanda se casan en un mercado que asegura la destrucción mutua. ¿Qué tipo de mercado representan la clase de bienes y servicios que representa la esfera pública?.

Mantener el orden en el mercado puede que sea más fácil que mantener el orden en la esfera pública, especialmente cuando una sociedad se ordena en términos de una constitución democrática. En el mercado abierto de bienes y servicios quienes intercambian buscan su ventaja, el fraude y el timo alimentan la desconfianza y la deslealtad. En tanto en el mercado abierto se busca satisfacer necesidades o deseos mediante el consumo de bienes o servicios, ¿que clase de bienes o servicios busca el ciudadano satisfacer en la esfera pública?. En la esfera democrática se expresa la libertad, las opiniones o creencias, los valores y las ideas pueden formar parte del peculio del ciudadano, tanto más importante que comer cada día o habitar bajo techo. Suele ignorarse que estos últimos derechos son condición de aquellos pero si son la condición necesaria, aquellos otros son la condición suficiente. La esfera pública representa algo superior al mercado en cuanto no tiene por objeto el interés privativo de algún colectivo de individuos sino que se configuran en términos de bienes públicos que afectan a la esfera propia del concepto de ciudadanía. Tras la guerra de religión se empieza a entender la importancia del respeto mutuo con independencia de las creencias religiosas y convicciones particulares de cualquier ciudadano. Las constituciones modernas reflejan esta idea. Señalaba Tocqueville que la democracia representa el respeto a las minorías para evitar la tiranía de la mayoría. ¿Puede ignorarse que esta exigencia de respeto es recíproca?.

Las mayorías son a veces volátiles como multitudes que un día se reunen y al otro día se dispersan, a veces son imaginarias o son silenciosas. De ahí que los constitucionalistas usonianos expresaran la idea de que la constitución americana está hecha por el pueblo sobrio contra el pueblo ebrio. El Brexit puede ser, entonces, revisable en un nuevo referendum, con tal de que los ciudadanos lleguen a la convicción del riesgo populista en que incurrieron. El arrepentimiento social es posible, pero tiene plazo. A veces un plazo infinito que como en aquellas acciones no tienen posible reparación, y no pueden enmendarse incluso cuando las creencias han cambiado. Este es el espacio propio del esfadador y el vendedor de quimeras.

Nadie diría que democracia es ceder, en la esfera pública, el poder, por turno, a las minorías, para que se arroguen la condición del tirano o ser reinas por un día. Las minorías tienen también que respetar los espacios públicos y los comunes si quieren ser respetadas. Nadie puede decir la calle es mía, ni la policía, ni los que defienden el día del orgullo zurdo. La propiedad privada es legítima -decía Locke- siempre que exista suficiente propiedad común para los demás. Nadie puede creerse la tragedia de que los bienes comunes de los que hablara Russell Hardin, estén condenados al abuso de los intereses particulares. No en vano le dieron el premio Nobel de economía a Elinor Ostrom, por decir lo contrario, y decirlo desde la ciencia política. Sí es posible mantener en buen uso lo común y lo público.

La esfera pública puede ser colonizada por los intereses privados, por las prácticas religiosas, incluso ser destruída, pero como esfera de libertad democrática, como bien público, requiere que el uso que haga cada ciudadano de esa esfera pública deje el bien en buen uso para otros que la quieran usar para divulgar sus valores, prácticas, o creencias, etc. De nadie puede consentirse que se apropie de lo público, amenace la libertad ajena, defendiendo la extinción del otro. Hasta el Estado y la razón de Estado entienden que el uso de sus fuerzas de defensa, de su poder de coerción, tiene, en tanto que bien público, que preservarse para lo que resulta prioritario y no gastarse en aventuras militares. Los criterios para el gasto público son idénticos: no es razonable tirar la casa por la ventana para un espectáculo de fuegos artificiales ni para cualquier desfile de intereses particulares. Incluso, en la medida en que minorías y mayorías pagan el festín a través de impuestos y expresiones de tolerancia convendría ser prudente en la ejecución y exhibición de los gastos que se hacen.

La esfera de lo público dificilmente puede mantenerse si no existe un intercambio pacífico de opiniones. Salir a la calle es libertad de expresión, pero la libertad de expresión no puede convertir en punible cualquier expresión discrepante. En realidad dar una opinión es un acto de generosidad que solo puede darse cuando no hay miedo a encontrarse con opiniones diferentes porque esos que opinan de forma diferente también saben que lo suyo es una opinión basada en valores y creencias. Las opiniones pueden ser minimalistas, como en las redes sociales, pueden ser intensas y llenas de emoción, o pueden ser opiniones extensas y convertirse en artículos de prensa, en artículos en revistas, o en libros enteros. Puedes poner a Dios de tu parte, las últimas investigaciones científicas, el futuro de la especie, el tribunal de la opinión pública; en el orden social todas las opiniones conforman mayorías y minorías, resultan ser estables o transitorias, y conforman la base de las sociedades democráticas. Por supuesto que la ciencia o incluso el sentido común pueden poner de manifiesto que tales opiniones no están en el orden de lo posible, de lo que existe o pueda existir, pero ya se dice en filosofía que la opinión representa un deber ser, y el deber ser no se infiere del ser. Esta es una amenaza sí real, pero es la base de la sociedad democrática con un inalienable derecho, incluso, a la extinción.