Un magnífico cebo para incautos que no van mas allá de sus ojos, oidos y narices alborotadas ha sido la serpiente de este verano: el burkini. El burkini no ofende al cuerpo humano, ofende a la razón, pero ni más ni menos que otras costumbres. La razón para prohibirlo no tiene mayor sentido. En el mundo musulman, la religión islámica obliga a las mujeres a subir por la puerta trasera de los autobuses, no les permite conducir, deben caminar detrás de un hombre, no les permite rezar junto a los hombres. En resumen está prohibido, es un tabú mezclarse con el otro sexo. En Occidente no sería descabellado permitir la aplicación de las leyes islámicas según la tradición y los dichos atribuidos al profeta. Ya se conoce que lo que declara un profeta se escribe años después por quienes dudosamente fueron sus contertulios, con Mahoma, como con Paulo de Tarso. Aunque la sharia no habla del burkini, la metáfora de segregación social de la mujer es una constante en el mundo islámico. ¿Cómo no habría de permitirse la segregación de la mujer en un mundo donde cada cual reclama privilegios para su tribu?. Si la segregación prolifera ¿a cuento de qué habría que limitar una segregación más por mucho que fuera vejatoria para la condición humana?.

Recientemente se han reservado espacios para personas que quieren bañarse con sus perros. Aquellos que odian los perros no tienen por qué compartir su mascota con los que aman a los gatos, y podría ofrecerse un lugar para bañarse a las personas según qué mascotas, sino fuera porque algunas puede que odien el agua. ¿No se segregan los veganos, y no es la comida halal o kosher una autosegregación? ¿que importancia puede tener que la vaca mire a la Meca cuando es degollada?. Para un animalista del PACMA será una aberración, no para los que se la comen. Las vacas pueden ser sagradas, y pueden ser alimento según quien, y pueden morir en la plaza o en el matadero asépticamente. Podrían imponerse tantos dogmas culinarios como fuera posible sin más que eliminar a aquellos seres humanos que creen ingenuamente que el hombre es el origen y fin de todas las acciones como rezaba el génesis. ¿Cómo no confundir espacios públicos y privados, si cada cual quiere hacer doctrina de su particular perversión?

Las playas parecen un lugar ideal para la segregación. Puede segregarse a los usuarios por sus aficiones o costumbres, para los que practican windsurfing en Mundaca, kite-surfing en Tarifa, para los que usan patines de playa, motos de agua o lanchas zodiac. Se hacen marinas para  embarcaciones de recreo destruyendo magníficas playas, se colocan restaurantes, chiringuitos y zonas de tumbonas, o puede reservarse un trozo de playa para la sombrilla desde el día anterior. ¿Por qué no segregar a los usuarios de sinquini, de uniquini, de biquinis, de triquinis, de burkinis, y de hiyabinis? ¿Tienen más o menos derecho individuos e individuas que acuden como nudistos o nudistas que los que acuden con las narices tapadas o los ojos vendados?. Tal vez no haya espacio para todos aunque podría reservarse de antemano, pues al fin y a la postre la sociedad de mercado segrega a la población por sus aficiones ad infinitum, sea el espacio público, el espacio privado, o el espacio púbico. Y podría reordenarse la segregación cada vez que apareciera un nueva tribu. ¿No parece este criterio una muestra de la libertad occidental?

nO SE CONTEMPLA EN LA SHARÍA

El uso del burkini no se contempla en la Sharía pero… debe interpretarse como una adecuación del hiyab a la climatología playera. El pudor se lleva a la playa aunque de una forma nada convincente para aquellos que defienden el traje de neopreno. La mujer debe tapar sus cosas lindas y  sus cositas por mandato de la cosificación de su cuerpo que no puede asomarse por ninguna rendija del vestuario. El pecado no se produce en la mirada del espectador lascivo, ni mucho menos. El pecado lo produce la provocación que representa la maja desnuda de Goya o la venus de Boticelli. Ya se sabe por muchas sentencias que la culpa del violador es menor, incluso inexistente, que la culpa de la violada al provocar con su presencia la animalidad ajena y… en el mundo musulman son necesarios cuatro hombres para demostrar que la violada tiene razón, sin contar que la mujeres encarceladas en Pakistán lo han sido por el sencillo hecho de haber facilitado su violación. Obviamente las mujeres musulmanas también pueden ser lindas, y no deben insinuar su formas, mostrar ni un gramo de su belleza o airear su pelo provocativamente ondulando al viento. Además si se desconocen sus encantos y sólo se sabe de sus encantos cuando se privatizan, todas las mujeres serán sensiblemente iguales como madres reproductoras. Desde luego, la imaginación no puede ser pornográfica aunque reste las ropas de la observada, al menos no en el mismo grado que la voluptuosidad femenina. Los romanos politeístas e infieles compartían los retretes públicos, y ahora cada cual se refugia en su propio retirado para hacer lo mismo perdiendo la oportunidad de la conversación, salvo desde luego lo que era norma en un campo de concentración para todos los candidatos al exterminio.

El burkini representa, una vez más, la creencia en que el cuerpo de la mujer es objeto, una propiedad para el que se desposa con ella, una pertenencia o un bien de reserva para la especie que representa el marido. Bienes inexpropiables cuando se casan. La mera traducción del árabe del término “matrimonio” significa literalmente “contrato de penetración”. Y así se la retira del escaparate público, incluso antes de que se la tome en posesión. El burkini es una extensión de ese contrato que busca evitar que alguien, que no sea su maharam, su guardián, su marido pueda posar sus ojos sobre el cuerpo de su mujer. El cuerpo de la mujer es el único bien que está sujeto a precio, el único predio sobre el que sembrar la expresión de la especie. ¿Cómo habrían de ser libres para escoger marido fuera de la propia tribu?. ¿No defiende el hábito a la monja de ser deseada?

Modas visibles e invisibles

Cada religión defiende un modo de vida, forma parte del mercado de la moda. Hay modas visibles como los trajes de baño y modas invisibles como las religiones o las ideologías. Es sólo que los islamistas quieren que su moda invisible sea visible y pública. Los cristianos acuden a sus iglesias, los musulmanes a sus mezquitas, los judios a sus sinagogas, etc. A nadie se le ocurre asistir a un oficio de la Cienciología, de la iglesia mormona, o de los Amish, o de cualquier otra religión si es de la competencia; un cristiano no acude a una mezquita, y es un anatema ser musulmán e ir a una Iglesia cristiana. Los musulmanes quieren hacerse notar, no siendo que puedan formar parte de la sociedad normal que no identifica los origenes de sus ciudadanos. En Dinamarca se prohíbe preguntar por la religión que profesan las personas pese a que, parece ser, el 72% de los que cumplen penas son musulmanes. El problema lo tienen los laicos, una minoría en recesión que aspira a no ser segregada por cualquier causa, que no quiere destacarse, que ama su privacidad. Tal vez pueda perseguirseles por infieles o incrédulos. La sociedad laica que ama el libre albedrío, la ciencia y la promoción del desarrollo humano. El burkini es el síntoma de una sociedad en recesión, una sociedad que se trivializa y tribaliza. El burkini no es la tela que tapa el cuerpo, es la religión que tapa y destruye la realidad. Representa la autodestrución lenta de la cultura gracias a la proliferación de tribus y creencias, una muestra del marketing estratégico que segrega a los consumidores para venderles un intangible de infinito valor añadido: fe. La cultura occidental ha confundido respeto a la diversidad y libertad, tolerancia y multiculturalidad. Y en esa confusión proliferan los guetos, la segregación creando barreras a la integración. Integración y multiculturalidad son antagónicas, al igual que la esfera pública y la esfera privada. Las leyes se hacen para ser cumplidas en ambos espacios y lo único que se escapa a su cumplimiento consiste en que una ilegalidad en el espacio privado no se conozca en el espacio publico, solo cuando trasciende puede ser punible.

Las leyes existen para los espacios públicos, aquellos que son compartidos. Los clubes privados ofrecen la posiblidad de habilitar espacios públicos para que cumplan una función privada. Pero las calles, las plazas, las playas, los centros administrativos, las escuelas y universidades, etcétera, no pueden ser ocupados por personas que reivindican su espacio privado, su religión. Tan pornográfico es el burkini, como provocador la kipá judía, los hábitos de una monja o la cruz de un sacerdote. La religión está construida para impedir el avance social y hacer propaganda contra el progreso. Si no está permitido negar el holocausto como tantos millones de musulmanes, si la apología del terrorismo es delito, si la cruz gamada no puede pasearse con impudicia en el espacio público, ¿por qué habría de permitirse la segregación de prácticas privadas en espacios de dominio público, cualesquiera que sean? El burkini es una prenda como tantas otras que bien podría reservarse al espacio privado de ciertos pervertidos, como la fusta y el látigo. De ninguna manera puede jugarse con los símbolos que están construyendo el nuevo y dulce fascismo de los que reclaman una pseudolibertad destructiva.

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