La reforma laboral de Felipe González introdujo las empresas que alquilan trabajadores eventuales. Repugnaba al franquismo, pero nadie le hizo entonces ascos. Las reformas laborales mas duras han sido siempre impuestas por quienes se prodigan en halagar a los trabajadores para tratarles luego como ganado. Así emplear trabajadores ajenos se hizo negocio. Luego todo fueron contratas y subcontratas alimentando la espiral comisionista. La tragedia del Yak-42 no es mas que una de sus expresiones, una muestra adicional de la calaña moral del ministro Trillo tan experto en lides jurídicas.

 Esta externalización del trabajo no es más que un fraude que elude las leyes de protección de los trabajadores. Los trabajadores no pertenecen a la empresa en la que su trabajo cobra valor, sino a una empresa intermediaria que contrata y despide según la ley de la oferta y la demanda. Una base de datos nacional, al modo que existe en el Reino Unido, acabaría con esta anomalía, con un estado de cosas tan contrario a la razón. Las oficinas de empleo han mostrado su ineficacia alimentando a una recua de funcionarios que no hacen básicamente nada, más que registrar la desesperación.

En una empresa de trabajo temporal, no existen incentivos a la cualificación, y la precarización del empleo es endémica en tanto se destruye la dignidad del trabajador y se reducen las oportunidades de desarrollo del trabajador en una sociedad avanzada. Las empresas cárnicas, llamadas así en el argot, se han convertido en mediadoras entre empresas y trabajadores. La responsabilidad se diluye para que nadie resulte culpable. Las empresas de empleo temporal se embolsan tanto como pagan al trabajador, y eximen al contrante de toda responsabilidad. De ese capital detraerán gastos de gestión y cotizaciones empresariales ridículas dejando en caja un 60% de la factura. ¿Es que no cabe poner coto a esta indigna intermediación? Vender carne humana se ha hecho negocio. Emplear trabajadores ajenos es un negocio tan próximo al esclavismo que resulta cínico que haya resultado ser una solución al desempleo.

Las denominadas consultoras han venido para quedarse en las empresas. Reclutan personas en el mercado laboral con una prueba rápida y una entrevista personal, evalúan al trabajador y lo ponen a disposición de una gran empresa que refresca continuamente su plantilla. Las grandes empresas emplean a estos trabajadores bajo demanda. No tienen problemas en despedir y contratar, no existen demandas laborales, ni beneficios sindicales, ni representación laboral, el trabajador es una pieza más del engranaje y si no funciona, se desgasta o, deja de ser necesaria, se la sustituye o se elimina de la cadena. La dinámica laboral habla de una rotación de más del 30% anual. Los trabajadores llevan la estadística de quienes serán los próximos despedidos y cuantos les sustituirán. Rotan entre empresas obligados a una continua readaptación. La consultora traslada a los trabajadores, si no resultan útiles en una empresa lo ponen en otra y si resultan problemáticos, poco preparados o improductivos se les entrega un finiquito y aquí paz y después gloria. El mercado laboral se ha convertido en un negocio y los trabajadores en manos de empresas que trafican con seres humanos.

Este modelo ha venido a ser frecuente en empleos que requieren el empleo de nuevas tecnologías. De haber sido considerados en un inicio, han pasado a ser carne de cañón. Se forman equipos multidisciplinares, matemáticos, estadísticos, físicos, programadores, ingenieros de sistemas, químicos, biólogos, etcétera, dispuestos a servir a una empresa ajena que prefiere pagar el doble a la matriz que les contrata. Un responsable de área actúa como jefe virtual cuando su empleador es la empresa intermediaria. El modelo es muy dinámico, garantiza salarios competitivos, un sistema de ensayo y error en la contratación de trabajadores con un nivel de exigencia alto para que cada cual cumpla con las funciones encomendadas. Así está el patio laboral. Se echa carne al asador, la cruda se tira al igual que la que se quema. La que está a punto se preserva.

El trato laboral es en muchos casos vejatorio; es frecuente escuchar de boca de los jefes virtuales, aquello de tú no vales, lo haces todo mal, etc.; se mantiene el miedo y se cultiva y premia la delación de los compañeros, y así se multiplican los personajes, el despistado, el currante, el listillo, el soldado, el picadatos, etc. El trabajador víctima logra un trabajo, puede cambiar de empresa sin cambiar de pagador, y no pasa al paro si sortea las dificultades, es medianamente eficiente, y resiste, entretanto envejece y, deja de ser útil. Cambia de rutinas y lugares de trabajo, para hacer siempre lo mismo, pero su vida es inestable, no puede hacer planes, y vive el día a día hasta el momento en que se cumplen las fechas de una obsolescencia programada.

Son las cárnicas, empresas que han llegado para quedarse. Un nuevo proletariado ha surgido, capacitado si, en su mayoría, pero proletariado que nunca tendrá garantizados sus medios de vida. Sobrevive mientras es productivo. Su dignidad y su futuro está pisoteado por una legislación que mercadea con siervos sin limitación alguna.