Estamos a merced de la mafia de la izquierda que convierte en sinónimos los términos anticlerical y anticatólico, mientras no denuncia la postergación y humillación de la mujer defendiendo las prácticas más ortodoxas de los islamistas, que les votarán mientras se reproducen a un rítmo de 8,1 hijos por mujer. El odio al español heterosexual, monógamo y católico es solo una pequeña parte de la nueva religión de la izquierda, de esa pseudoizquierda matrona del tipo de Carmena.

La libertad está secuestrada por un clima de violencia verbal impuesto por líderes políticos de estilo podemita, los nuevos imanes que encuentran su refugio verbal en un conjunto de verdades "milenarias" basadas en la elección del sexo a temprana edad, en la libertad para su ejercicio, en el buenismo para los pobres y autoexcluidos abandonados a su suerte, para luego defender las mujeres veladas como libertad de expresión. Así destruyen la propia comunidad y aceptan la ajena para esconder sus vergüenzas. Tratan a los católicos como enemigos, pero defienden el ejercicio privado de la caridad en substitución de la acción pública. Rechazan el capitalismo bancario pero se nutren y sirven del capital público convertido en viviendas y en prebendas. Es ese mismo conjunto arbitrario de estímulos ideológicos los que nutren sus filas, las mismas banderas con las que animan a sus masas a consentir con estas figuras autoritarias emergentes. La misma izquierda que sostiene a los corruptos catalanes y expropia a sus ciudadanos con permisos fácticos de okupación, mientras vuelven a aparecer los somatenes que recuperan las viviendas para sus dueños.
Esta izquierda ha descubierto los resortes de la cultura de masas del fascismo, o es que ¿acaso no fueron los nazis quienes tomaron como referente ideológico el socialismo, el mismo socialismo que predicaba la eugenesia?. La eugenesia pasa ahora por los vientres de alquiler y el cambio de sexo. La misma que aboga porque el ciudadano se entretenga con sus genitales mientras consiente con la ocupación de la cultura, la sociedad, y el Estado.

Este epítome del pensamiento simple defiende robar a los ricos para entregárselo gratuitamente a los que reclaman la redistribución de una riqueza social a la que no contribuyen. Abogan por igualar el salario para que desaparezcan los incentivos a la creación de riqueza y todos los ciudadanos devengan en pobres, un ejército de descamisados reclamando dádivas de un estado peronista. Confunden, como siempre, renta y riqueza, conocimiento e ignorancia, derechos retóricos y derechos reales. Dicen querer repartir viviendas vacías a los sin techo, y reunir a los inmigrantes en viviendas de los autóctonos. Pretenden amamantar en comuna, alquilar vientres sociales para el mejor mantenimiento de la raza, limitar la libertad de empresa, y limitar la libertad de expresión, en un retorno de la neolengua del autoritarismo fascista. Pretenden equiparar animales y seres humanos, y otorgar derechos a las bestias. Y vuelven a los viejos mantras cristianos de la crítica al consumismo ignorando las necesidades humanas, como si el consumo energético pudiera reducirse por alguna suerte de principio moral inculcado desde la cuna. En contra del progreso de las energías renovables, en contra del ecologismo que defiende la naturaleza y apoyando la destrucción de la propia con dependencias hormonales y cirugías estéticas. Pretenden reducir el fracaso escolar eliminando la evaluación y el desarrollo de la competencia. La perniciosa política sindicalista de cortar las piernas a todos, para que nadie corra. Son las nuevas caras felices que reencarnan a las mismas criaturas que construyeron su riqueza sobre la miseria continuada de los pobres. El alfoz de su poder, el granero de sus votos. Todo cabe en su miseria.

Todo cabe en el mundo de esta izquierda, tan básica y sencilla, como simple y reducida. Ampliar la base social requiere un pensamiento único, común, fácil de escuchar, limitado a lo exclusivamente imprescindible para concebir la especie humana en su aspecto más ancestral, aquel que se basa en los mitos y las creencias paganas, en la magia y la pseudociencia. He visto a Pablo Iglesias coquetear con los popes del cientismo, del psicoanálisis del Grupo Cero y sus herederos, los mismos que convirtieron el fascismo peronista en un estado mental como si los hechos sociales pudieran llevarse al diván y tratar como síntoma la depauperación social. La izquierda ya no necesita el marxismo cientifico, ni a los burgueses que lo propugnaron, la izquierda se ha desprendido de la reflexión y solo defiende la inflexión social. Subvertir el orden porque el caos es verdadero, es anticapitalista, es humano. Como declarara el inefable Zapatero, la confrontación les beneficia.

Una vuelta al paraíso animal, a la reinvención de la especie humana, a la inclusión política de los hombres y mujeres en una nueva anatomía de la raza. La defensa de la convivencia mediante la adopción de un comportamiento basado en el libre albedrío, sin normas, ni leyes, sin orden ni concierto. La sociedad puede ser reprogramada solo por la fuerza de lo anárquico que se autolimita gracias a excluir a los que no piensan igual. Milton era un aprendiz.

La izquierda lucha contra la diversidad porque se convierte en desigualdad, al igual que la diferencia es indiferente para su objetivo social. El objetivo no es otro sino el de construir una masa informe de anónimos bajo la apariencia de una careta social, por debajo, la perversión legalizada que admite que cualquier comportamiento debe ser admitido siempre que no afecte a la masa y encuentre usuarios que admitan practicarlo en común. Una sociedad de comunas, organizada por sus perversiones, que renuncian a su poder para no sacrificar su existencia en el conjunto de comunas que comprende el nuevo estado, el estado podemita.

Aquí los canibales, si todos consienten en ser comidos, aquí los pederastas si todos consienten en poner a disposición de la comuna a sus hijos, aquí los sadomasoquistas si todos desean ser sometidos y así sucesivamente. La queja cada vez más acusada de la proliferación de los defensores para la abolición de los valores sociales tiene su sentido puesto que lo que se discute es la destrucción de la cultura sobre la que se asienta la sociedad actual. La superación de la democracia por el movimiento populista no significa un avance social, el populismo es el síntoma de la desaparición de los sistemas democráticos y esto se produce porque se da alas al pensamiento ideológico uniforme, aquel que es fruto del fracaso escolar, económico y sexual de una sociedad que defiende su desaparición. Como en el libro de Neruda, el dilema sobre la destrucción o el amor, se ha convertido en falso porque solo queda el nuevo dilema, el sexo o el amor; el sexo pervertido y estéril viene ganando. Es mejor la masturbación que compartir el deseo y el goce con otro. Individuos, no relaciones.