A cualquier ciudadano le resulta familiar la desprotección del consumidor en esta España nuestra, el modo en que las instituciones pública, y el gobierno a la cabeza, ignoran con absoluta impudicia las demandas más comunes. Las compañías timofónicas están trufadas de filibusterismo. La más conocida, MOLESTAR ofrece 300 Mb simétricos, dependiendo-cuando-y-si-logras-contactar. No importan las multas de los tribunales de la competencia, para que todas compitan en tomar al cliente como objeto de mero uso. Y así les someten a toda clase de vejaciones con estos teléfonos de destrucción masiva. MODAFON, YATEVALE, SIONO, etc. imitan a las madres putativas de MOLESTAR. España tiene las tarifas más altas de conexión a Internet y la calidad es ínfima. Las timofónicas emplean distintas estrategias para empeorar la conexión, la más común, rebajar la velocidad en cuanto el usuario se descuida. Se hace necesario hacer una llamada a un operador remoto que te pregunta lo que ya sabes en un proceso de simulación infinita. Ya se sabe que todos los usuarios son gilipollas y tan gilipollas que ni siquiera saben que son gilipollas. Al frente de las timofónicas, delincuentes profesionales. ¿Se conecta por cable o por guifi?, ¿desde cuándo le ocurre?, ¿ha probado a reiniciar el suicher? Vamos a realizar las comprobaciones oportunas, durante este periodo no podrá navegar. Tenga paciencia. Estamos reiniciando el ruter. Pronto podrá disponer de la velocidad solicitada.

El usuario tiene preparado el test de velocidad y nada más realizan las comprobaciones técnicas, efectivamente el problema parece resuelto, se han ganado unos cuantos megamordiscos de datos y el navegador corre más pero, no se confíe, no es oro todo lo que reluce. Las timofónicas reparten el ancho de banda entre los usuarios dinámicamente y basta con que los vecinos de tu barrio vean el fumbol para que nuevamente tengas que ir a pedales con tu conexión. El servicio es temporal. Sólo funciona si te das cuenta y reclamas. No hay absolutamente ninguna garantía de que cumplan con el contrato establecido, garantizado la conexión a la velocidad teóricamente predeterminada.

La calidad es la medida que relaciona el servicio y el precio. ¿Valore en una escala de 1 a 5 la atención recibida?, ¿Valore de 1 a 5 si su incidencia ha sido resuelta? En MOLESTAR nos molesta que nos llame a todas horas para quejarse. La calidad es una farsa, un acto de simulación convenido, la experiencia del país. Todos los contratos son en régimen de monopolio. ¿Y que hay de las tarifas?. Las tarifas son como el viento de dicha localidad, solo sirven para hacer guinsurfin entre Cías. Hay un maravilloso mundo de ofertas que llegan al móvil por eseemeese, por correo e incluso te llaman personas con seudónimo para personalizarte el trato. Es todo falso, la oferta no existe. Todo consiste en simular la calidad, el precio, el servicio. Nos quejamos de la corrupción política pero pocas veces de la corrupción timofónica.

Existen diferentes entidades que dicen supervisar el Mercado de las Telecomunicaciones, son entidades sin ánimo de lucro. Me produce risa, tía Felisa!. Miren ustedes, cuando alguien necesita fibra simétrica a 300 megas, teléfono fijo con llamadas ilimitadas y un teléfono transportable con 8 gigas sin límite de llamadas y SMS con velocidad de cuarta generación, si, cuando alguien, incauto, quiere trabajar, teletrabajar o sencillamente estar conectado con el mundo y sus amigos, debe preparar la cartera porque los bandoleros de las timofónicas le va a sangrar dos salarios mínimos interprofesionales al año en cuanto se descuide.

La timofonía en España es un ejercicio de delincuencia tecnológica permitido, autorizado y legalizado. Con protección del Estado y negación de la evidencia por parte de las instituciones que teóricamente protegen la libre competencia. Dá igual. Jamás tendremos las tarifas de Alemania, jamás será considerado un derecho inalienable, jamás de los jamases tendremos calidad y un precio razonable juntos, si, calidad y precio juntos, de la mano.

Nos pasamos el día valorando la satisfación del servicio recibido, la calidad, nunca le preguntan a nadie si el precio que paga es adecuado o no, o sencillamente le hacen una oferta de bajada de precio, sólo si protesta. No queremos más servicios, queremos mejores precios, y mejor calidad, sin fraude. El dilema del español es quedarse en la ciudad o volver al campo. Quizás en los páramos de Cuenca y Teruel, donde no llega el adeeseele, se pueda recuperar al menos la tranquilidad del bolsillo. Lo que sí es seguro es que con estos delincuentes timofónicos la productividad del país se arruina. Algo que sumar al atasco del tráfico es el atascaburras de las timofónicas.

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