Parece obligado hablar del género de la violencia, de la ideología de género y la genealogía de la violencia, ni del género, ni de la violencia, sino de algo por completo distinto, la ideología según la cual la conducta de género puede ser objeto de una ideología por derecho propio. Si de controlar la conducta se trata cualquiera sea la forma en que se exprese y cualquiera sea su impacto social cabe pensar que no toda conducta femenina es feminista ni toda conducta masculina es machista. Así existen divas mediáticas que reivindican su derecho a vestirse y desvestirse de modo superfeminista como un derecho de expresión erótica y como una reivindicación de ser objeto de deseo. Rapidamente, aquellas mujeres indeseadas o indeseables en abrupto juicio de Bolsonaro, no tienen mas remedio que en su envidia esgrimir su obvio derecho a ejercer de monjas o de mujeres veladas, y al tiempo, resultado de ese deseo oculto perversión de la feminidad, a exigir que cualquier otra mujer se vista como monja o mujer velada. Al fin y al cabo se trata de negar cualquier tipo de deseo siendo que el deseo es, como toda la monjería beata ha defendido siempre, puramente masculino. No en vano existe la fiesta de las yeguas. Así ocurre, que Andalucía de la mano de la Junta saliente ha inventado una normativa que invita a sus funcionarios, en especial de aquellos nombrados al efecto en un testimonio de satrapía, a evaluar la existencia previa de violencia mediante políticas de reeducación psicológica.

Los socialistas esgrimen como paradigma programático el feminismo, y creen que todas las mujeres son feministas, y que todas las feministas son mujeres, y por ende que todos los hombres son machistas y, todos los violentos, hombres. No puede ser de otro modo. Esta vorágine simplista que cataloga a los seres humanos en dos subespecies está en el centro del debate por el que el socialismo burocrático ha metido cizaña en el pensamiento y corrompido las ideas y engordado su bolsa, siendo su único objetivo preservar sus puestos de cooptación política mediante la limpieza étnica, en profundidad, de los cerebros de sus votantes algo a lo que un individuo con ideas propias se opone. Ignoran que se extienden cada vez quienes piensan que ideología y razón no van de la mano y que los derechos constitucionales fundamentales han sido literalmente laminados. El problema es de los conversos, de aquellos, como Ciudadanos que después de atacar la ideología de género como anticonstitucional ha venido finalmente a caer en el discurso del otro. El vedetismo político casa bien con el veletismo incoherente. 

Vivimos en una sociedad violenta de la que sacan réditos las marcas comerciales, los medios de comunicación y ahora la politica. La violencia existe porque se estereotipa su uso, se permite su abuso, se propaga la idea de que su práctica permite controlar el comportamiento de las masas y de los individuos. Se mercantiliza la violencia porque es un negocio.

Aquí en esta controversia se habla de la asimetría y de cómo corregirla. Las mujeres sufren la violencia en mayor medida por parte de los hombres y en un porcentaje notoriamente menor los hombres son objeto de violencia por parte de las mujeres. La cuestión, sin embargo, es una cuestión de principios. ¿Qué razón punitiva justifica tratar a las víctimas según su género, y considerar agravado el delito que se dá sobre las mujeres?. Ni padres, ni ancianos ni niños tienen derecho a ejercer de víctimas. Los niños ni en el caso en que resulten pervertidos por la ideología de género cuando se les entrena en el psicodrama de dominantes y sumisos. Ni la plaga de asesinatos infantiles ejecutados por mujeres y madres venales es objeto de consideración. Y las cifras son mucho mas escandalosas que la escandalosa cifra de mujeres asesinadas por auténticos enfermos mentales. Al fin y a la postre el movimiento antimanicomial ha sido siempre una política de izquierdas. Las politicas que se discuten para corregir este desnivel en tasas de asesinatos según el género tienden a preservar la violencia porque tampoco interesa eliminarla y las medidas que se toman son cosméticas y propagandistas. Porque nutren las arcas de instituciones públicas y privadas investidas de autoridad moral para ejercer en el lugar de las víctimas. Como las hermanitas de los pobres que se erigieron hace tiempo en defensores de las víctimas de las que viven. Toda la reflexión intelectual acaba en una suerte de Cáritas. Ya sabíamos que la Dirección General de Tráfico se opone a la retahila de muertos de tráfico. Pero no sabemos que haya algo que hacer con los suicidas, aunque en parte coincidan sus colectivos. Y no sabemos que políticas públicas se implementan para disminuir el número de ahogamientos o el número de atrangantamientos con resultado de muerte, o el número de delitos que destruyen la confianza ciudadana, y destruyen la propiedad pública o privada. No sirve a sus propósitos, y pueden ser olímpicamente ignorados. ¿Quien podría decir que la tasa de feminicidios es inferior en España que en otro paises?. Naturalmente, no cabe pensar que ninguna muerte resulte justificada. La estadística debe ignorarse en aras de la ideología de género. Proporcionar una intervención de los psicólogos a todos aquellos que pudieran ser maltratadores es un dislate, éste es el espíritu de la ley socialista. No hay nada tan enfermizo como considerar a cualquier hombre como un violador o un asesino. Y para esto es mejor ignorar de dónde procede el canalla. No se implementan políticas analíticas y se llena la boca de los discursos socialistas ignorar las causas. 

La solución estaría más bien en no convertir a las personas en objetos cuyo valor residual consiste en ser modelos de belleza y también en dejar de construir estereotipos sexuales entre otras alternativas. Quizás el eslogan podría ser "Hagamos a la mujer fuerte otra vez". En este sentido, se podría limitar el uso sexista de la mujer, el más reciente el de las campanadas y los vestidos transparentes, los anuncios que unen sexo y consumo, etcétera, pero también sería una opción, por ejemplo, proporcionar formación en defensa personal a las mujeres, dotarlas de mayor autonomía corrigiendo la asimetria laboral, económica, profesional e incluso favoreciendo una politica de vivienda que permitiera ofrecer independencia a las mujeres para que el techo permitiera no tener que compartirlo con quien no se desea. Y aplicar políticas de encuentro personal y acciones públicas que permitieran a cualquier mujer reconocer signos y síntomas y no que a menudo repiten cita y convivencia con un sujeto de la misma calaña que las agredió. 

No se puede simplificar el análisis y, menos en un artículo, de un fenómeno que tiene muchas causas y muchísimos matices; la ideología de género solo pone sobre la mesa una solución irracional que no resolverá nunca el problema. Parte de la respuesta, obviamente, dependerá de las leyes, de la justicia y de su administración, pero aquí encontramos la incertidumbre de leyes injustas, de una justicia legal sustituida por la justicia tribal, esto es de la opinión pública, manejada por los medios de comunicación y además de las penas que se imponen para resarcir a las víctimas, aquí se abriria el otro gran melón jurídico de la reinserción y la prisión permanente revisable.

Hace unos días se ha condenado a muerte a un ciudadano chino denominado "Jack, el destripador" que había violado y descuartizado a 11 mujeres. En la sociedad buenista española este personaje habría vivido en la cárcel los años necesarios hasta su puesta en libertad con el coste que ello significa -37000 euros anuales por preso- y el peligro de salir de la cárcel porque reinsertar a un enfermo mental de estas características sería hasta inhumano. ¿Qué responsabilidad tiene el sistema judicial permitiendo la libertad del asesino de Laura Luelmo? Lo que ha ocurrido con el asesino de Laura Luelmo expresa la responsabilidad del sistema cuando el propio asesino reclama que no le dejen salir de la cárcel porque volvería a repetir su delito pese a haber sido un preso modelo y haberse formado psicológicamente para su reinserción. ¿Existe algo tan ridículo como confiar en el discurso y en el psicologismo militante para corregir la conducta de un asesino en serie?.

Existe un riesgo social consitente en vivir en una sociedad que lucha para ser pacífica pese a que la violencia produce ingresos. Ahora lo que queda sobre la mesa es una discusión sobre el futuro de una norma que evidentemente debe ser cambiada y en nada favorece que los tres partidos andaluces que tienen la posibilidad de enmendar el dislate socialista, sigan políticas fracasadas sobre algo que es necesario cambiar. No pueden resultar presos de la ideología nominalista de los que han perdido su oportunidad y mostrado su fracaso. Las mejoras no se consiguen dinamitando el proceso que puede conducir a una sociedad mas justa, menos violenta y más igualitaria a la hora de juzgar lo que se tiene que juzgar, ¡la violencia, no la ideologia, idiotas!.

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