En cualquier cultura humana existen restricciones a la expresión abierta de la sexualidad. El apareamiento mismo no tiene un carácter inmediato, tiene un ritual, y el vestido en toda su extensión tiene por objeto controlar y estimular el impulso bajo la forma de la apariencia. La cultura nace de la habilidad de la sociedad humana para postergar la recompensa y castigar la impulsividad irracional. Levi-Strauss identifica el nacimiento de la cultura en el tabú del incesto, la normal ausencia de deseo que sucede a la convivencia que tiene su precedente en el comportamiento animal que rechaza el apareamiento de la madre con sus crías.
La presentación social de sí mismo es la manifestación inmediata de la orientación sexual, el precio que la cultura paga al no mostrar el sexo fuera de un patrón cultural. De ahí, que el sexo sea socialmente mera apariencia, es decir, género, una apariencia que cada cultura y cada sociedad reconstruye continuamente a su modo. No existen patrones definitivos, fijos o intemporales, para identificarse bajo una determinada identidad sexual. El deseo se construye entonces en función de la experiencia que un sujeto tiene en relación con las formas múltiples que tiene de satisfacerlo o renunciar a su expresión so pena de disminuir su libertad. El sujeto se posiciona como un actor pasivo o un actor activo en función de la experiencia de control que imagina mantener sobre su deseo, sabiendo que, por definición, desear es fundamentalmente una forma de perder la libertad frente a otro. Un elemento clave de la sexualidad es la aceptación de la voluntad del otro, y el amor la expresión mas pura de hacer todo lo posible por la felicidad de otro. El miedo a esta pérdida de control es básica en la conformación de la identidad sexual. No suele reconocerse que el narcisismo es un elemento clave de la identidad del depredador sexual, del pedarasta y del asesino.
El acoso sexual no es patrimonio de un sexo, ni tiene su mejor expresión en la conducta de ciertos hombres con ciertas mujeres. La conducta homosexual es inverosimil si no se reconoce que existe también un ritual de acoso y seducción, pasivo y activo. Imponer un consentimiento explícito en una relación sexual resulta tan inverosímil como estúpido, porque el consentimiento que se declara destruye simultáneamente la libertad y el deseo. No puede configurarse como un contrato en tiempo real, que en una aplicación integrada en algún dispositivo electrónico registre la actividad de la ínsula, la amígdala y el núcleo caudado.
El impulso sexual es por naturaleza ofensivo y salvaje. Ninguna libertad está exenta de riesgos y responsabilidades, otra cosa es aceptar que la expresión de la sexualidad humana sólo tiene utilidad para el que asalta la libertad del otro y se impone compulsiva y coercitivamente a otro. Ninguna forma de coerción es origen de placer, so pena de que las pasiones narcisistas sean de la misma índole que la pasión hacia otros. Nadie está en condiciones de hacerse cosquillas a sí mismo, y ser tan estúpido como para reirse. Actúan racionalmente las mujeres que rechazan la ablación, porque destruir el deseo de la mujer es también destruir el del hombre. Como Simone de Beauvoir señalara, ninguna identidad se funda en sí misma, sin referencia a otro. Las pretensiones del puritanismo social son tanto mas cínicas cuando el sexo es mercancía y son innumerables las formas en que se prodiga en concursos televisivos y prácticas publicitarias, y en el mercado de la prostitución. Este mercado perverso promueve la Cicciolinas. ¿No deberíamos acabar con todas las expresiones vejatorias de la sexualidad humana?
Al socaire de la mojigatería puritana existe un movimiento social que trata de imponer a otros en qué forma deben ejercer su libertad. En este movimiento neoconservador del puritanismo retórico donde el lenguaje está prohibido o censurado, el nominalismo ha substituido a la realidad. Arrostramos la desaparición de la libertad sexual al mismo ritmo que se trata de destruir el deseo y la libertad de procreación. Es el proyecto de expropiación definitiva de la maternidad de la mujer. Sólo los machos que temen la identidad de la mujer abogan por la prostitución y los vientres de alquiler, para tener un control paralelo al que la mujer ya tiene. La filiación la determina el parto en el código civil. El macho mantiene una desventaja esencial al no poder ser padre sin complicar la existencia de una mujer mas allá de un eventual episodio sexual. Pero existe el mercado para quien puede pagarlo. Si cualquier cultura humana ha tratado de imponer la maternidad ha sido porque las mujeres son las únicas titulares, hoy por hoy, de los derechos de reproducción y las únicas que en la práctica pueden decidir el destino de sus retoños. La maternidad es una mercancía en el extremismo musulmán. ¿Hay que recordar el derecho al aborto?. La maternidad no es un designio del patriarcado, sino una necesidad social de reproducción que determina que la ONU establezca la tasa de fertilidad como el único predictor de aumento de la población. Considerar a la mujer una victima permanente, una niña con cara de adulta necesitada de protección es negarle la habilidad para decir si o no y consentir por sí misma lo que a su utilidad conviene.
En la ideología de género, al uso, la mujer se ha reducido a cuerpo, y el cuerpo se ha reducido a su apariencia social. Se sacrifica la identidad personal al cuerpo, y el cuerpo al género. Se trata de la misma apariencia de la ideología de género que existe durante la infancia, las niñas son las que se pintan las uñas, tienen el pelo largo, llevan vestidos de colores, etc. Esta reducción de la conciencia que muchas mujeres defienden para sí mismas, las convierte en mercancías, no en sujetos de su destino. La paradoja consiste en perder la libertad de acción negando su deseo y sacrificando su sexualidad, como si siempre quedara presa de un dueño imaginario. La redención mítica de una madre víctima. De ahí que las que mas se identifican con su apariencia mortal renieguen del orgasmo como una entrega que le somete a un varón, o a cualquiera de sus sucedáneos. El drama consiste en convertir en lucha de clases la inevitable existencia de machos y hembras en la especie humana.
No parece haber restricciones análogas a la sexualidad heterosexual en el código homosexual. Resulta repugnante que el sexo se imponga al seso, y se reclame que cualquier forma de consentimiento sexual no sea sino un contrato de alquiler mutuo de los cuerpos donde el cuerpo es la prestación y la obligación de dar y no hacer. Sujeto a una indemnización por riesgo. El feminismo de género despotrica contra la seducción, como si la seducción fuera una hábil maniobra de un diablo fornicador con una menor de edad y todos los hombres, por supuesto heterosexuales, no fueran mas que machos lascivos deseosos de eyacular sobre cualquier víctima propiciatoria. El mito femenino ignora que no todas las mujeres son deseables. El mito de la belleza hace posible la bulimia y la anorexia.
La cultura sexista y artificial de Hollywood ha venido a imponer el feminismo de género de la mano de la doctrina marica. Quienes adjuran de su deseo y odian a las mujeres han venido controlando el mercado de la moda construyendo una imagen artificial de la mujer, una suerte de icono sexual para consumo de masas. De ahí que paseen una y otra vez el mito erótico de Marilyn Monroe. La suplantación de la mujer por la expresión social de su género forma parte del discurso de la ideología de género que niega la naturaleza. Frente al feminismo de género, donde la mujer es un mero icono estéril de una suerte de feminidad esencial y universal, el feminismo de la equidad supone reivindicar los mismos derechos a personas distintas, la condición de la mujer como ciudadana que decide su destino. El radicalismo feminista quiere imponerse desde la ideología de género, la doctrina marica que pretende conformar la identidad sexual humana como si ser mujer u hombre fuera una conducta social accesoria expresada en los objetos de consumo sexista; el lesbianismo radical, el feminismo de color, y el supermachismo homosexual concitados para destruir la cultura y adjurar de la emancipación de la mujer libre. Este es el tipo de militantismo que venimos a padecer contra el desarrollo humano. Las mujeres libres bien podrían decir aquello de que Dios les libre de sus amigas, que de sus enemigos se libran por sí mismas.