Algún argumentario político solo ha servido para inaugurar un nuevo género ideológico, el spaghetti político, un género singularmente europeo. Se impone en sociedades avanzadas y consiste básicamente en regresar al futuro. Los viajes astrales, y la transmutación de las almas forman parte del obsceno ideario de los partidos que pasan por ser de nuevo cuño. La audiencia, minuto a minuto, la única que interesa a las cadenas de televisión y a los programadores políticos se emplea para administrar a los votantes persiguiéndoles a través del correspondiente canal ideológico. Los líderes se apuntan a cualquier estrategia para evitar el zapeo.

Dado nuestro natural carácter cinéfilo, recordaremos la famosa secuencia del filme de Sergio Leone "Por un puñado de dólares". El enterrador prepara los féretros, sabe que al menos la familia “Roja” terminará por sucumbir bajo las pistolas del republicano Clint Eastwood defensor de la democracia. El pueblo almeriense está desierto, parece Arizona, apenas queda un grupo de viudas escondidas tras sus velos y la sequedad del territorio indica que el duelo será al amanecer. Los partidos políticos juegan a un juego  suma cero pese a no conocer los resultados, unos ganan lo que otros pierden. Los ciudadanos pierden día a día la esperanza, la democracia se estanca. El espectador contiene el aliento y se queda mudo. La masa de abstencionistas crece elección tras elección. Los electores no votan y no son idiotas; están simplemente contra cualquier forma de ninguneo, de cualquier forma de catálogo político que se predica para mentir a continuación. El ciudadano a sueldo trabaja a favor de los políticos; el ciudadano común adquiere con desidia el producto y acude al mercado para ser de nuevo estafado. El programa está sujeto a un proceso de obsolescencia programada que puede transmutarse en cualquier decisión. El arte de la política consiste en ignorar al ciudadano.  

Los expertos pergeñan teorías sobre el origen y fidelidad de los votantes según los resultados, pero nadie examina los criterios de juicio y el perfil del ciudadano. Se sabe que los candidatos mas vistosos y atildados obtienen mejores resultados que los feos. 

Cataluña es una excepcion, es líder en feos políticos. Las soluciones de bajo precio, las propuestas de reparto del pastel económico y algunas otras cuestiones sobre ayudas sociales, empleo e impuestos componen el catálogo de las promesas. No es necesario explicar nada, nadie lo entendería y además muchas de las propuestas son inexplicables e irrealizables o ambas cosas. Un programa político no tiene más de 100 páginas. Finalmente, un programa es la suma de etiquetas que se componen en frases mágicas, eslóganes vacíos que no miran a nadie, que nada resuelven. Algunos ejemplos son característicos: Yes we can, las ideas claras, con ilusión, make Catalunya great again, un futuro para la mayoría, por un nuevo país, etc. La imagen del líder hace el resto. La fuerza tranquila bautizó Miterrand su particular invención del partido socialista, el mismo que se sucede a sí mismo en el socialismo liberal En Marcha de Enmanuel Macron. ¿Cuantos autócratas se visten de santos iluminados y dán con el acrónimo o la etiqueta que resuelve todas las contradicciones para decaer antes de los 100 días y persistir toda la legislatura. El boato y la etiqueta harán del líder quien es a ojos de cualquier descreído. El líder omnímodo, recién duchado, maquillado, repeinado, con mirada clara, que no mirara a los ojos directamente, como olvidó Pedro Sánchez. Mirar hay que mirar pero de soslayo como si rehusara el cargo. Mirar hay que mirar. Nadie se ha atrevido a presentar un candidato con los ojos cerrados o la mirada furtiva de quien invita a soñar. 

El lenguaje hay que cuidarlo. En ningún caso se puede decir lo que se piensa, tampoco lo que se va a hacer, faltaría más. Son espectáculos de pasarela, la pasarela política del líder que desfila en el escaparate del mitin. Cualquier mensaje puede traicionar al líder desnudo, tomar partido por alguien suicida. El escaparate electoral no deja de presentar cabezas de lista y cuerpos de corifeos, hombres y mujeres asexuados, un sinfin de oportunistas, migrantes de otros partidos, o amigos del líder. Siempre alguién que tuvo el gusto de conocerse a sí mismo, que estaban ahí en el momento correcto. Las listas se componen por estrategia. Un político es un acta no un gestor de bienes públicos. Se simula la paridad de género que está de moda como si el talento y el pedigrí del currículo se subsumieran en el sexo percibido. Tampoco se va a pedir que todos hablen. Ciudadanos es el mas machista, el menos paritario. La fotogenia del líder no ha permitido mas candidatas. Todos son Riveras. Letrados e iletrados nutren sus listas. Los populares tienen empresarios, individuos de éxito a los que les sobra la política. Los socialistas presentan maestros y abogados. Entre los podemitas es necesario el pircin y el tatuaje, la apariencia de lumpenproletariado, y como el líder, coleta y encorvamiento, que se note en el peor de los casos la corbata postiza y el chaqué raido. Los populares tienen hijos, los podemitas o no los tienen, o los ocultan. Parecer jóvenes da puntos extra. En ciudadanos es importante ser divorciado, y la lista de divorciados entre los socialistas debe ser paritaria. Respecto de la edad los mayores deben ser populares, les siguen los socialistas, en ciudadanos y podemos deben ir a la par los mayores y los jóvenes adolescentes sobradamente preparados. 

Los políticos son esos humanos a los que los periodistas se refieren como animales políticos, con virtudes, y defectos, estadísticamente proporcionales a la población que les vota, en nada semejantes a los que no les votan. Todo, todo está pensado para obtener un puñado de votos, no existe más fondo, que el fondo electoral. El fondo electoral está en la superficie. Lo que no logran entender muchos de los líderes consiste en que aquel que no pelea los votos sino el contenido es en la realidad el que siempre gana las elecciones. Lo demás son encuestas.