Como es natural contaba y todavía cuento, a pesar de los pesares, con muchos amigos catalanes de sangre y de adopción que me tienen respeto como contertulio o por mi origen vasco, y en numerosas ocasiones he disfrutado de su amistad, de su conversación, de su compañía, y de compartir ideas y proyectos, además de disfrutar de los excelentes platos catalanes regados con Ribera del Duero. Pudiera ser que los mejores catalanes sean Boadella, Vazquez Montalbán o Manuel Sacristán, y tantos otros, pero no importa. Percibí que las cosas iban a ir a mal cuando dejaron de invitarme, no porque dejaran de hacerlo que era su derecho, sino porque en algún momento inexplicable, como casi todos abruptos, todas las discusiones cualesquiera que fueran, del tiempo, del futbol u otros menesteres humanos, terminaban apercibiendo que eran catalanes y que yo no era catalán, aunque me hubiera gustado. Ahora me ha vuelto a pasar, cualquier observación crítica intelectual a alguien que por azar genético es una mujer, ejerza o no de tal, es una muestra elemental y repudiable de machismo. Y ya se sabe a los machos candado y siete llaves, como si haber nacido o haberse sentido hombre confiriera una identidad incuestionable. El mérito del asalto al cielo de las estrellas de Tania Sanchez es haber sido amante pública de Pablo Iglesias. Este caballerete, como decía Castro, y la inefable no cuidaron su intimidad y nos enteramos de su compañía y de su divorcio exprés por la prensa. ¿Es algo inevitable no llegar a conocer el padre de la criatura de Bescansa? En eso le gana Rita Maestre a Tania Sanchez que tiró de pechos antes que tirar de sexo y no tuvo problemas inmobiliarios conocidos. Igualmente fue amante de Iñigo Errejón, pero al menos ella entró en una capilla y mostró la decadencia complutense en dos escenarios, el que alberga capillas en edificios públicos, y el que alimenta la mafia complutense del tráfico de influencias en departamentos construidos a base de amiguetes. Rita y Tania se han conjurado para que a Espinar no se le de ni pan ni agua. La simpatía a Espinar desde luego puede ser porque claramente es machista, parece hombre, y quiere estar con juntas y revueltas hembras de su candidatura. Como si ser feminista fuera ser polígamo y no poliándrico. Y así tenemos la cuestión catalana y la cuestión feminista en una suerte de inefable parentesco. Hoy toda la política es tribal para los que ya no se sienten ciudadanos, sino apátridas del socialpatriotismo patrio.

Como los intelectuales del franquismo tardío que pensaban que el futbol perdería gancho, que disminuiría la España de las capeas felizmente substituidas por el botellón que mata a adolescentes, pensábamos que el sexo no iba a contar nunca más que en la esfera privada de la orientación escolar, pensábamos que no se impondría el tráfico de influencias del padre Espinar al hijo Espinar pasando por el alcalde Caballero, en una suerte de excepción que elimina de un plumazo el mérito social, y pensábamos que ahora iba a contar el talento, y no tanto con quien se mete cada quien en la cama, confundiendo sexo y género. Con el talento por delante podía ganar más Tania, pensábamos que no tendríamos que apelar a que fuera o no más atractiva que Rita por su singular verruga artificial en boca crítica, o que no íbamos a referirnos a que tuviera un amante más poderoso. Tania tiene mejor discurso, resulta más embaucadora, más populista e incluso más sútil. Maestre mejor formada podría presentar una imagen de supuesta gestora como portavoz del ayuntamiento. A ambas les cuesta enormemente escuchar a otro, singularmente si es macho. No cambian las cosas. La crítica intelectual, la crítica política desaparece frente al espantajo feminista. ¿Que clase de tribu nos guiará a nuestra destrucción? ¿Que le va al desconfiado ciudadano que le brinde un partido que se dice feminista en medio del exabrupto nominalista del neofalangismo de Iglesias?

Desde luego el feminismo no lo representan en exclusiva algunas mujeres, y el amante lesbiano de Sampedro bien podía ser su más elemental candidato. En realidad no sabemos tampoco cuán mujer es Rita o Tania aunque tenemos razones contundentes para sospecharlo, si son más o menos que Bescansa que se embarazó en el congreso, y cabe cierta reserva para hacerse la misma pregunta en relación con Carla Antonelli, que sabiamente cambió de género como Tania supo cambiar de bando pablista a errejonista, y ahora es diputada del menos común. Tiene mas fuste desde luego usar el apellido que el nombre, después de todo parece más específico si el líder no se llama Rodriguez, Sanchez, o Gonzalez. La estética o el nominalismo substancial que acompaña a ideas vacías es que lejos de que presente propuestas ciudadanas, se presente con su cuerpo para decir aquí estoy yo esperando del público la pleitesía y la admiración hacia quien por naturaleza o por histerismo se siente objeto de público deseo. ¿Nos fascina su cuerpo o nos fascina la renta que han alcanzado? ¿Se imaginan una exposición de penes de sus señorías previa a la confección de listas electorales? Rivera se presentó desnudo y acertó. A la otrora amiga de Piqué, Montserrat le destruyó. O ¿es que parece tener encanto por sí misma la naturaleza de una mujer esquiva más que la singular inteligencia y dignidad de Isabel Preysler? ¿No será ésta una reedición de las viejas armas de mujer, para que en lugar de mirar a sus ideas ciudadanas, se mire a esa inefable condición de quien suscita el deseo con sólo oponerse a su expresión? Cabría decir a estas aprendices que existen ciudadanos que votan, pero no lo hacen ni con el clítoris, ni con la vagina, ni con el pene ni con el ano. Después de todo es tan ridículo considerar a un sujeto sexuado por lo que es o aparenta ser y no por lo que piensa y hace, que causa lástima y vergüenza vestir la ausencia de reflexión y experiencia con una experiencia de cama y ama de casa. ¿O es que alguién se ha creido que todas las mujeres son de esta izquierda, que son de esta izquierda, todos los homosexuales y transexuales?. Entonces se preguntaban, "¿qué hace el Estado en tu cama?". No se ha avanzado mucho en esta suerte de división ad infinitum del ciudadano en tribus que aspiran a su cuota de poder, fracasado ya el intento de representar a todos.