Gran Bretaña viene perdiendo el aliento y el adjetivo. Muchos son los factores que contribuyen a entender la situación, el principal el Brexit pero también, y mucho mas importante, el terrorismo islámico. El primero, el Brexit, es la reacción química que sucede al colapso del imperio; fueron muchos años engrasando la metrópoli con la riqueza de sus dominios, los países y territorios que prefirieron administrar por sí mismos su riqueza y que fueron perdiéndose. El eslogan de Trump para su país refleja la misma decadencia, "Make Britain great again". Cuando Hollywood instaba a regresar al futuro se iba entretejiendo una conspiración silenciosa de regreso al pasado. Como en el país del nunca jamás que inventó el pederasta escocés Barrie en su cuento de Peter Pan, los ciudadanos ingleses no crecen, han quedado sumidos en una crisis social, económica y política sin precedentes, donde impera el miedo cuando no impera el pánico. El terrorismo islámico representa un fenómeno emergente de una sociedad en decadencia donde, como en el resto de Europa, prevalece la aquiescencia y el consentimiento a una invasión que destruye los fundamentos del concepto de ciudadanía. Ora aquí, ora allá se levantan las voces que ignoran que la esclavitud y analfabetismo de la mujer musulmana sostienen una sociedad teocrática donde las mujeres conforman un ejército de reserva para la reproducción múltiple del substrato terrorista. La vida no vale nada.

Los cuentos infantiles, las canciones y las banderas son metáforas educativas. El lenguaje simple substituye cualquier forma de reflexión. El puente de Londres caerá aunque se trate de reforzar con palos y piedras, madera y arcilla, hierro y acero. Nuestra querida dama, May, ministro que fue de interior se haya sobrepasada. Gran Bretaña languidece y el reto de las elecciones pone sobre la mesa del juego europeo a un perdedor. Europa es el garante de su estabilidad y potencial de crecimiento, la razón de ser de su diversidad cultural y su desarrollo. Dar la espalda a Europa refuerza una inmigración disolvente, ajena al concepto de ciudadanía, y permite la construcción de una sociedad endogámica abocada a su destrucción. Gran Bretaña muerde la mano a quien se la tiende. Todos los problemas convergen en el problema de la inmigración, en concreto de la inmigración islámica. El pronóstico es demoledor. Para el 2023 el Islamismo será la primera religión del Reino Unido. El 13% de la población actual profesa una religión para la que la noción de conciencia individual no existe, una religión exotérica que se manifiesta en público, que coacciona bajo amenaza la vida de cualquier creyente igual que la del infiel o pagano. Se nace musulmán, cualquiera puede ser acusado de apostasía y cualquier mujer lapidada por casarse con un infiel. El velo es la forma en que ejercen su coacción frente a los creyentes que quedan obligados a confesar su fe, y frente a los no creyentes al resguardarse bajo el velo de la manifestación espontánea del deseo sometiéndose a su destino de parturientas cautivas a su tribu. Dar la espalda a Europa refuerza la cultura endogámica de una sociedad en decadencia. Uno de cada cuatro mulsulmanes no se identifica por su pertenencia al Reino Unido, pese a tener la nacionalidad inglesa.

Los atentados se vienen produciendo en un goteo constante. No son hechos circunstanciales en aquellas sociedades que han renunciado a su identidad histórica, inglesa, francesa, alemana, italiana o española. Europa vuelve a ignorar el papel de la religión en los hechos sociales. El islamismo radical es un problema del Reino Unido y es un problema de Europa. La religión islámica es el catalizador de un fracaso político, social y económico sin paliativos. La solución no pasa por consentir su expresión, por atemperar la hiena de mil cabezas, la solución no pasa por renunciar a la realidad histórica de una ciudadanía compartida para retornar a los valores medievales del teocentrismo y la sharía. Resulta estúpido apelar a la alianza de civilizaciones, a la convergencia de culturas cuando se imponen costes y se destruye el concepto de ciudadanía en la expresión de una ordalía que no le importa sacrificar a sus actores. Erdogan ya ha avisado con su peculiar estilo etarra: el sufrimiento se extenderá por las calles de occidente. Las encuestas apenas revelan el profundo abismo que separa a estas tribus musulmanas y al ciudadano común inglés perdido en sus propios interrogantes identitarios. En el Reino Unido, el 80% de los musulmanes simpatizan con el ISIS, más de medio millón defienden la sharía y la poligamia y atacan la libertad occidental de la que se sirven para imponer sus creencias, reclamando derechos. Los podemitas de cada sociedad fracasada piden que se silencien las campanas que tocan a muerto.

Todos los días se impone alguna evidencia. Sólo teniendo en cuenta enero de 2015, los datos son apabullantes, unas veces menores y otras veces mayores. El clérigo musulmán Mizanur Rahman, de Palmers Green, al norte de Londres, defendió los atentados de París y declaró que "Gran Bretaña es enemiga del islam". Zack Davies, de 25 años, atacó a un sij de 24 años llamado Srandev Bhambra con un machete en un supermercado, en el norte de Gales. Davies advirtió en su página de Facebook de su inminente ataque, publicando cuatro versos del Corán que llamaban a la violencia contra los no musulmanes. Rahin Aziz, islamista de Luton, fue fotografiado en Siria blandiendo un rifle AK-47. En un tuit, Aziz escribió: "Aún sigo decidiendo qué hacer con mi pasaporte británico, podría quemarlo, tirarlo por el váter, quiero decir que siendo realista no vale ni para escupir en él." Los degolladores del ejército islámico del ISIS tienen nombre inglés. El secretario de Estado para las Relaciones con las Comunidades, Eric Pickles, envió una carta a más de mil imanes de toda Gran Bretaña pidiéndoles su ayuda para luchar contra el extremismo y expulsar a quienes predican el odio. Los grupos musulmanes respondieron acusando al Gobierno británico de fomentar la "islamofobia" y exigiendo una disculpa. El Telegraph informó de que un terrorista convicto de Al Qaeda, vinculado estrechamente con los atentados de París, no podía ser deportado desde Gran Bretaña porque eso vulneraría sus derechos humanos. Baghdad Meziane, británico-argelino de 49 años, sentenciado a once años de prisión en 2003 por dirigir una red terrorista que reclutaba yihadistas y recaudaba fondos para Al Qaeda, fue excarcelado. Llegó a Gran Bretaña con sus hijos en busca de un "entorno más islámico", tras decidir que Francia era demasiado antimusulmana. El antiguo director del MI6, Sir John Sawers advirtió "Si se muestra falta de respeto por los valores de los demás, entonces se estará provocando una respuesta de enfado... Es necesario que en Occidente nos contengamos.". La renuncia de la cultura occidental precede a la imposición de la barbarie que campa a su aire por las calles para destruir un número cuantioso de vidas humanas por unos cuantos terroristas nacidos de vientres de alquiler islámicos. Tarik Kafala, director de la BBC en árabe, dijo que el término "terrorista" tenía demasiada "carga" para describir los actos de los hombres que mataron a 12 personas en el atentado contra Charlie Hebdo. Salió a la luz que hospitales de toda Gran Bretaña tratan al menos 15 nuevos casos de mutilación genital femenina (MGF) cada día, y que el problema es especialmente grave en Birmingham. Con la ablación pretenden extirpar el deseo de las mujeres no siendo que quisieran ser libres en lugar de esclavas sexuales de sus maridos bajo la protección de sus hermanos de sangre. El Informe Alexis Jay reveló que entre 1997 y 2013 al menos 1.400 menores sufrieron explotación sexual, la mayoría por bandas musulmanas, y los policías municipales no habían querido abordar el problema no siendo que fueran tildados de "racistas" o "islamófobos". La pederastia es una práctica común en la cultura afgana. No son hechos aislados, existen miles de ejemplos silenciados.

El problema de Gran Bretaña no es sólo el Brexit que sucede al miedo de la población; el problema de Europa y el Reino Unido es la islamizacion. La bomba demográfica ya se ha puesto sobre la mesa en Holanda con el partido UKIP, en Francia con Le Pen, en Alemania con el ascenso de los partidos anti-islámicos. El problema va a crecer, y amenaza a Europa y su estabilidad, a la democracia y al estado del bienestar. ¿Cuantos muertos tendrá que haber en las calles y plazas, en los estadios y en el metro, para relacionar los datos que evidencian el problema?. Ayer fueron los atentados en el puente de Londres ¿y mañana?. Nada puede decirse en España, hablar sobre el Islam es hablar de islamofobia, hablar de los gays, de homofobia, hablar de algo es fobia por definición. Hay que cortar la lengua a los críticos, forma parte de la ley coránica. El puente de Londres se va a caer, se va a caer, se va a caer. Se está cayendo.

­