Advirtió Gorbachov a Egon Krenz, por entonces Jefe de Estado de la República Democrática Alemana, la Alemania Oriental, de que la historia pasa por encima de quienes se niegan a conocer la evidencia, una sabia aseveración que bien podría haberse aplicado a sí mismo cuando ignoró los indicios que mostraban que el régimen y el propio país caminaba hacia su destrucción arrastrado por las mafias que sembraba el alcohólico Boris Yeltsin, del que el Putin de hoy, que acaba con sus opositores con asesinatos por encargo, es heredero. La historia pasa por encima de la cabeza de quienes la ignoran. La guerra siempre pilla por sorpresa a quienes la padecen. A veces la historia es desesperadamente lenta y parece que nada ocurre, y de pronto como en los movimientos telúricos se desata el terremoto, como un estallido, y pilla in fraganti a los abogados del negacionismo de la evidencia.

La crisis desatada por la quiebra de Lehman Brothers, y el empobrecimiento colectivo de los ciudadanos estadounidenses parece haberse contenido con la presidencia de Trump, que se ve ahora abocado a negar la salida de la derecha ultramontana clamando por dejar sin seguros médicos a veinte millones de ciudadanos mientras los estudios confirman el proceso hacia su definitiva destrucción de los millones y millones de ciudadanos blancos sin empleo y no cualificados que pidieron a Trump su puntilla. Esos trabajadores de cuello azul que se suicidan en masa, o que se suicidan de forma lenta con su aficción a las drogas, al alcohol, al tatuaje o al pillaje. Y sólo porque un día recibieron salarios altos con trabajos no cualificados, y ahora en paro o con salarios de subsistencia abordan su carrera final hacia la muerte. Hillary Clinton, la inefable amiga de la mentira, la incoherencia y la inconsistencia creyó poder reconstruir su historia personal reclamándose defensora de los derechos mientras en los años sesenta abogaba por impedir el acceso a la formación universitaria de los estadounidenses negros, y limitaba sus derechos sociales. Eso que llevó a millones de ciudadanos a la gran marcha de Luther King. Bernie Sanders estaba en la tercera fila de ese movimiento y hoy se extiende su ejecutoria y credibilidad para los ciudadanos de Vermont y pronto para todos sus herederos a lo ancho y largo del pais con las armas que la democracia constitucional ha puesto en sus manos. No prevalió la coherencia de Bernie Sanders contra el ejército de supuestos demócratas vendidos al aparato como Hillary Clinton, una farsante en toda regla que dificilmente podría vencer a un farsante populista como Trump. Bernie Sanders no podrá con otra campaña, pero su estela va a dar paso a quienes en su día estuvieron al frente de las grandes luchas democráticas del país, en la tercera fila, en la fila del cambio generacional, como Bernie Sanders en la marcha del gran sueño americano de 1963. Ya antes Bernie Sanders había fundado en 1961, el Congress of Racial Equality en la Universidad de Chicago. Obama vino de Chicago como un sucedáneo sin parangón, pero al menos no tan cínico como Clinton. Incluso en EEUU es posible la esperanza (https://ourrevolution.com/about). ¿Puede un pais permitirse la incoherencia oportunista de sus políticos, consentir con su irresponsabilidad e incoherencia?

Se acumula la evidencia para un proceso regulado por la Constitución de 1776, el proceso de destitución del presidente Trump. Nunca jamás un presidente estadounidense había vendido su país por un plato de hamburguesas. A medida que avanza la investigación se va descubriendo la manipulación de la opinión pública de la mano de los servicios secretos de Putin, los mismos que, como ocurriera con Trotsky, ejecutan las órdenes estalinistas de asesinato, y en EEUU con la connivencia del entramado institucional del complejo militar-industrial. Trump es un topo encubierto de Putin, y hay que estar ciegos para no verlo. Para mover los hilos de las elecciones en EEUU, los rusos han necesitado comprar almas americanas pero han contado con un ayudante excepcional que ha puesto el dinero de su iglesia para financiar el asalto al poder. Trump no solo ha vendido su alma al diablo, el diablo mismo paga sus vicios.

Allan J. Lichtman, profesor de la American University, nunca ha fallado en sus predicciones gracias a una encuesta tipo de 13 variables. No sólo ha acertado sobre quien iba a ser el ganador de las elecciones americanas desde 1984 sino que ha vaticinado la victoria de Trump y ha augurado recientemente su caída antes de cumplir su mandato. No será el primer presidente de la historia que caiga, y tampoco probablemente el último, pero se mueve la cuerda sobre la que se tambalea en un equilibrio imposible. Le han amañado el combate, y se ha creido vencedor. Por el momento solo existen indicios, ciertas coincidencias. Paul Manafort como un actor relevante del Gobierno ruso. El consejero de política exterior Carter Page, que se va de vacaciones a Moscú con cierta frecuencia, Roger Stone, colega de Trump encargado de airear en Twitter las filtraciones de los correos de Clinton antes de que se produjeran filtraciones. El colega y teniente general Michael Flynn a sueldo de Moscú, el cual acaba de pedir su inmunidad al FBI. El fiscal general, Jeff Sessions, que ha tenido que nadar y guardar la ropa debido a sus reuniones con el jefe de la diplomacia rusa en EEUU. La convocatoria del Senado al yerno de Trump Jared Kushner, la intromisión de los asuntos privados en la agenda pública, la colisión de interes privados y públicos en la gestión de sus negocios, y la capacidad de las normas presidenciales en el crecimiento del capital que han de heredar sus hijos, nombrados como asesores y cargos en el gobierno de la nación. Un sistema corrupto a la vieja usanza emerge y no entre bambalinas. La frustración ciudadana crece y se desbordará si se toca el exiguo sistema de protección de la salud de miles y miles de ciudadanos.

La maquinaria democrática de EEUU se ha puesto a trabajar y el país más monárquico del mundo va a poner, gracias a su sistema de contrapoderes, al presidente contra las cuerdas. El FBI no puede sino ocuparse del tema, mientras el presidente la desacredita, como a la CIA, la prensa libre se encuentra a la espera, mientras gotean las noticias que como en una tortura caen sobre la opinión publica para advertir a los ciudadanos sobre lo que se avecina. A veces lo dificil no es descabalgar al autócrata, sino encontrar a quien puede sustituirle sin que quiebre el orden social. Cuando Estados Unidos tose, el mundo desarrolla una pulmonía y los efectos colaterales se dejarán sentir en todos los movimientos populistas que viven de la farsa y la mentira populista, los Le Pen, los Grillo, los Iglesias, y los Rivera que han inventado partidos para disponer sin coacción de todo el poder. Esos que reclaman que los cargos electos les pertenecen, aquellos sobre los que se han aupado mientras se declaran demócratas. La historia puede ser cíclica, y pueden pasar años antes de que una nueva generación derrote a estos líderes de cartón piedra. Las creencias, despues de todo, son solo creencias, nadie cura sus pecados por comulgar con ruedas de molino. La historia, una vez más, les pasará por encima.