Algunos catalanes dicen ser tabarneses. De Tossa a Vandellós y de Barcelona a Monistrol existe una región imaginaria de cuyo nombre no quiero acordarme. Tabarnia es la suma de comarcas costeras que engloban el territorio y las ciudades más pobladas de Cataluña. Se trata de una ciudadanía cosmopolita, industrial, obrera y de emprendedores de clase media que reniegan de un déficit político con el resto de Cataluña que determina que los votos de sus ciudadanos valgan hasta cuatro veces menos que en Girona y Lleida. A las empresas exportadoras radicadas en Tabarnia no les interesa la independencia, rechazan la persecución al turismo, están acostumbrados a convivir, y no son supremacistas.

Tabarnia se ha convertido en la respuesta al boomerang independentista, no solo engloba gran parte de Barcelona y Tarragona. En un tejido discontinuo abarca también municipios como Rosas, Ampuriabrava, y Figueras que quieren como El Valle de Arán y otras comarcas limítrofes con Aragón repudiar el separatismo para defender el intercambio, la osmosis cultural y política con el resto de España.

Cataluña tiene un problema identitario; gran parte de los catalanes no desean una identidad exclusivamente catalana. El dilema se presenta en el campo, en las zonas menos desarrolladas y más aisladas, en el paraíso de los tractores leridanos y gerundenses que paradójicamente reniegan de las subvenciones europeos para excluirse de Europa, el quintacolumnismo de Mas, de Puigdemont y Junqueras en la diagonal. Vuelve a ser el campo contra la ciudad. Es la burguesía propietaria del suelo rústico y las clases medias arrendatarias frente a las clases medias y trabajadores arrendadas, los propietarios de las masías frente a los inquilinos de los pisos, los okupas vecinos frente a los vecinos. Cataluña no tiene una fractura social, tiene una fractura cultural que divide el tiempo entre el progreso futuro y el regreso al pasado.

Las diez comarcas de un total de cuarenta y dos donde el partido Ciudadanos ha ganado representan el 72% del PIB catalán. El mensaje independentista lo indica claramente, son los dueños del IBEX, los que defienden a los empresarios, frente a los agricultores, frente al parnaso tradicional de los çalcots, del pan tomaca y el fuet. ¿Cómo pueden estos españolistas invocar el sagrado nombre del mesías en vano?

El independentismo tiene algunos infiltrados en las ciudades, en Barcelona por ejemplo, el soberanismo exhibe su músculo entre la clase media y media-alta de los barrios del centro del Eixample, del sur de Gràcia y de Horta-Guinardó y de Sants, así como Vallvidrera y Sarrià, existen barrios de ERC y barrios de la antigua CIU. La España constitucional ha parado la deriva. Son de nuevo quienes cobran por levantarse en los barrios acomodados contra los trabajadores de los polígonos industriales y los intelectuales y profesionales que saben que ninguna quimera permite la construcción de una sociedad abierta.

Barcelona siempre fue un modelo para el estudio de la lucha de clases, ciudad industrial y portuaria abierta al mediterráneo pero cerrada por el campo de donde se abastece la Boquería. Hoy la lucha de clases se ha convertido en una pelea cultural, Llach frente a Serrat y Raimón, actores frente a directores; lo resume Nuria Espert "es complicado no ser independentista". Los escritores mas internacionales pugnan contra el nacionalismo. Cataluña tiene la más importante industria editorial en lengua española de toda España y sus escritores, Marsé, Montalbán si viviera, Amat, Mendoza, como el mismo Josep Pla fueron y son antinacionalistas. Si la música, la cinematografía y la literatura decidieran el nacionalismo se extinguiría.

Existen excepciones en la industria cultural que vive de las subvenciones públicas, que resiste a su propia extinción. Esta prensa y esta televisión es marcadamente secesionista porque viven de la Generalitat, reciben ayudas públicas de forma constante sin someterse a ninguna clase de concurso público. A dedo como le gusta a la Cataluña del tres por ciento. El diario Ara inició un Expediente de Regulación de Empleo, y el déficit de TV3 haría insostenible la cadena. Los medios han sacado tajada del independentismo, y ahí tenemos a Évole, a Terribas, a tantos profetas del paraíso, tertulianos y periodistas de moqueta, que huelen a mofeta nacionalista y que desprenden un fuerte hedor a billetera.

 

El Govern ha regado los bolsillos de muchos funcionarios que comulgan con la ideología de Montserrat. Cataluña es cristiana en el bolsillo y musulmana en la calle. Se inculca la cultura catalana como si esta fuera una exclusiva comercial para obtener el refrendo político y al tiempo se desvirtúa la cultura defendiendo una cultura ajena como el islam. El salafismo islamista milita a favor de la independencia y se vende como patente de pluralidad y democracia al racismo antisemita y antiespañol del nacionalismo de Esquerra y sus adláteres. Los cientos de miles de votos secesionistas de los musulmanes afincados en Cataluña no son votos gratis, son los votos que crearán una de las regiones islámicas más pobladas de España y de Europa. El islam radical espera su ocasión.

Las técnicas de segregación racial por la vía de los apellidos catalanes, la catalananización de los nombres de pila, la asunción del ideario nacionalcatólico, el uso de la lengua, la irreflexiva ideologización de la vida diaria, la "banderización" del pueblo, son estrategias de calado que tienen una base irracional fruto de un fracaso. Las personas necesitan justificar su fracaso personal refugiándose en la masa, confundidos en los movimientos gregarios, en el asociacionismo nacionalista de la ANC y Omnium, organizaciones acogidas a los planes de subvenciones del Govern que han promovido una nueva casta sacerdotal que alimenta las listas electorales al tiempo que alimentan sus bolsillos con el mercadeo político de una Generalidad dadivosa con quienes sirven a sus propósitos de ocupación del poder político.

Los tabarneses, esos catalanes españoles locos, luchan por vivir en guerra con sus entrañas y en armonía con los que se dicen extraños. Nadie es profeta en Tabarnia, su tierra. El sol sale todos los días por su orilla. Saben que el mar representa un horizonte abierto y reniegan del estrecho horizonte de los catalanes del interior deseando que algún día aprendan a dejar de mirarse el ombligo. Invocan de este modo su independencia de esta Cataluña frente al nacionalfascismo de Puigdemont y Junqueras.