Las personas son como las magdalenas. Cuando se juntan para manifestarse esponjan con la adecuada levadura de los mossos, la inteligentsia catalana y la contumacia mentirosa de los medios, parecen muchos mas de las que son, es como la masa madre que metida en el horno crece hasta convertirse en el pan del secesionismo. Los nacionalistas catalanes son pocos o no tantos como ellos dicen y muchos menos de los que la Generalitat cuenta como votantes del Si. Ya sabemos como suman; Puigdemont y Junqueras son dos lumbreras matemáticas que para asegurar el valor de sus cifras se echan a llorar ante cualquier contratiempo. Se pilla antes a un mentiroso que a un cojo.

Ni si ni no, sino todo lo contrario. Las manifestaciones populares cuando alcanzan un cierto tamaño que dificulta contar con verosimilitud sus participantes se acude a declarar que se ha alcanzado el millón de asistentes. No existe nada más lejos de la verdad y la verdad es incómoda para los gobernantes que desean arriostrarse al poder falseando el apoyo popular.

El pueblo no es idiota. Existen múltiples casos en los que se ha supuesto el millon de participantes en actos multitudinarios. Solo los estadios de fútbol congregan miles de personas y cuando se encuentran todas sentadas, raramente superan las 50.000, pero son muchas más cuando salen a la calle y a ojo de buen cubero bien pueden parecer 300.000.

Los números cantan. Las manifestaciones multitudinarias del nacionalismo catalán nunca han convocado más de 160.000 personas cuando en realidad los Mossos, y la Generalitat han hablado de un millón. Se podría hablar del sesgo de multitud o el sesgo de masa, junta ocupa poco y horneada por la propaganda ocupa entre un 80 y un 90% más.

Los números engañan, esto le ocurre a cualquiera que intenta realizar operaciones matemáticas mentales y llega a conclusiones erróneas con bastante frecuencia, pero si las cuentas se realizan a ojo el cálculo siempre tira del número hacia arriba. Mejor que sobre que no falte.

La cadena humana que congregó a lo largo de 400 km a miles de nacionalistas tuvo un sesgo del 65,5% en el mejor de los casos, para una cifra de 2.000.000 de asistentes, según la Asamblea Nacional Catalana (ANC), se contaron, uno a uno, un total de 690.372 descontando los niños. Un trabajo que realizaron con paciencia a partir de 107.000 imágenes, 20 personas dirigidas por el Catedrático de Estadísitica de la Universidad de Barcelona Josep María Oller (elpais.com 02/10/17).

Los números engañan y sirven para consolidar las creencias de los que buscan manipular las conciencias. Jamás el nacionalismo ha sido mayoritario y la secesión, independencia o como quiera llamarse no ha gozado nunca de mayoría. Solo una votación real, con testigos, garantias y verificada sobre el asunto podría dar con el número de oro que indicara con exactitud quienes está a favor y quienes en contra. 

El sesgo de representación busca con la ayuda de la Generalitat y la coerción de los grupos paracriminales de la CUP y otros antisistema torcer el número de personas que desean salirse de la Democracia española. No existe una razón, menos aún científica, que avale esta aseveración y menos aún todavía cuando bajo la apariencia económica de la bondad de la decisión se intentan aunar voluntades con los lloriqueos de los tres estamentos sociales del secesionismo, Junqueras, llora, Pique llora y los mossos d'squadra lloran.

Se llora de dolor cuando se intenta meter un pie en un zapato de número inferior y con una horma con el empeine bajo y por mucho presionar con el calzador, el pie acusa el dolor y además el zapato revienta por las costuras.

El simulacro de votación al que hemos asistido a través de los televisores ha permitido torcer el número de asistentes que, una vez más, la Generalitat ha evaluado a su antojo. El sesgo de la masa se ha convertido en la piedra filosofal, ayudado esta vez por unos medios audiovisuales que tercian en la disputa mediante las imágenes de la policía nacional y de la guardia civil intentando evitar la votación, no con la misma violencia e intensidad que emplearon los mossos d'squadra cuando tuvieron que disolver las manifestaciones que rodearon su Parlament. Para algo defendían a sus pagadores.

Los votantes, según Turull fueron 2.262.424. Suponiendo que cada votante hubiera empleado una sola papeleta y un solo domicilio electoral, algo que carece de sentido, no salen las cuentas. Contando y contando se pasaron tres horas, y tras contar y contar llegaron a registrar el 100,88% de papeletas, algo que suele ocurrir en las mejores familias. Como han destruido la contabilidad de la hacienda catalana, no saben lo que son las operaciones de arqueo y caja.

El sesgo de la masa no engaña, jamás votaron los dos millones, ni en el mejor de los casos votaron el 65,5% de los que esperaban. Sin urnas ni colegios, sin censo ni interventores, sin junta electoral y con observadores comprados, el juego fue pura ilusión. Quien pensó un instante, no fue a votar, quien razonó lo que se jugaba en esa movida propagandista, no se prestó a un brindis al sol. Los que fueron lloraron con esa fraternidad imaginaria que concede la experiencia del Barça, hablar de algo que crea comunidad y a que nadie ni incumbe ni preocupa. Como en la interpretación libre de la biblia.

Cataluña no es independentista, son independentistas aquellos que ven peligrar sus propios fueros del 3%, sus mordidas y sus cuentas en Andorra. A partir de 2018 y tras levantarse el secreto bancario en la Unión Europea, verán aflorar las cuentas opacas de la gran familia Sagrada del pujolismo y sus adláteres burgueses, los mismos que lanzan al pueblo como caballo de trilla de la Constitución, los mismos que gozarían con sumergir en gas de cloro a todos los que no hablan el catalán payés. El secreto está en el sesgo de la masa, este es el eslogan de la democracia basura de Puigdemont, Junqueras, Turull, Forcadell, y tantos otros que tienen tatuada la simbología neofascista en sus partes pudendas.