Los 17.000 efectivos de la policía autonómica catalana debe suponerse que no son sexistas, pero lo son sus jefes políticos. Puigdemont podría haber elegido una mujer para dirigir el cuerpo policial pero decidió escoger a un racista y un xenófobo, alguien de quien se sospecha aplica la ley de forma desigual, según el ciudadano hable catalán o castellano. Olvidan que las lenguas de España son varias. Que a nadie se le ocurra decir "jo sóc espanyol" y utilizar el traductor de google porque de "jo sóc catala" deviene la traducción "yo soy español" como se queja el periódico Ara. Existe aquí un problema de calado.

Seas catalá o espanyol, con esa ortografía diferenciadora como si no existieran las palatales en catalán, Pere Soler, el nuevo Director de los Mossos y las Mossas declara que le dan pena los españoles, como si en su delirio no lo fueran los catalanes. Trata de dar substancia a una creencia secesionista que sólo puede pasar por una inexplicable y absurda disposición racial, y no diferencia el género. Parece que le repugnan por igual españoles y españolas, y también catalanes y catalanas, siempre y cuando no se tengan por españoles y sean de su partido.  

Pensábamos que los jefes de la policía catalana cumplían la ley y resulta que el Govern ha expulsado del cargo quien aseguraba que la policía está al servicio de todos los ciudadanos. ¿Siente también pena por los judíos? ¿Que piensa de los franceses que ocuparon el Rosellón?, y ¿de los Italianos que no están dispuestos a ceder el norte de Sicilia?. Evidentemente, este caballero tiene un problema territorial, representa un caso de cerebro dividido. En razón del callo nacionalista, han perdido la comunicación interhemisférica por el cuerpo calloso. ¿Que parte de su cuerpo se siente catalana?. Trata de hacer con el cuerpo policial, lo mismo que tratan de hacer con el pueblo catalán. Italo Calvino retrató el estado del cuerpo dividido en "El vizconde demediado". Conviene reparar sinópticamente en este síndrome.

En el siglo XVII, el vizconde Medardo de Terralba y su escudero Curzio luchan en el ejército cristiano contra los turcos. En el primer día de batalla, desmontado de su caballo por un soldado, tiene la mala suerte de ser partido en dos por una bala de cañón y el vizconde Medardo, se convierte por esta circunstancia en dos personas: Gramo (el malo) y Buono (el bueno). Por arte de la praxis médica sucede algo fantástico, los dos viven fruto de un solo cuerpo. El mismo dilema humano se ventila como resultado de esta suerte de aventura artificial: una de las dos Cataluñas ha de helarte el corazón. Quienes hay que se sienten agredidos por sentirse catalanes, y quienes hay que se sienten agredidos por sentirse españoles. Es el mismo tipo de quimera que viene a dar cuerpo a la guerra civil. El director de la policía divide a los policías, como lo hace con los ciudadanos. Todos zombis. Los mossos y las mossas trinan en las redes sociales, el paraíso de los trinos, es la primera vez que la policía se convierte en rehén de la policía. El Govern ha logrado convertir Cataluña en un Estado Mental. La estrategia libanesa. Destruir un país para convertirlo en feudo de una oligarquía enferma que cree va a defenderse del progreso adjurando del futuro. En esta fábula, Puigdemont representa "El caballero inexistente", y Junqueras "El barón rampante". Se ha subido a la higuera para gritar en mitad del páramo secesionista "Vull una nació". La mejor justicia, como el mejor vino se obtiene sabiendo cuando es el momento para que se imponga la cordura y el enfermo sane o pase al cuidado de los expertos en salud mental.